Lunes 28 de sept. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Demasiado pronto

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California
 
El jinete llegó a la orilla del río. Estaba cansado. Su caballo también estaba cansado. Por detrás tenía la batalla; por delante, un largo camino hasta el palacio. Con un hondo suspiro taloneó al caballo. El animal entró al agua, pero resbaló. El jinete, con su pesada armadura, se hundió en el agua, y ahí mismo se ahogó.

¿Quién era ese jinete? Se llamaba Luis II, rey de Hungría. Fue derrotado en 1526 por Solimán el Magnífico en la batalla de Mohac. Regresando a su palacio, sufrió la caída en el río, y su pesada armadura lo mató. Murió demasiado pronto, a escasos veinte años de edad.

La historia ha recogido esta triste vida de Luis II de Hungría y la ha señalado con la frase "demasiado pronto". Nació demasiado pronto, a los siete meses de gestación. Fue coronado rey demasiado pronto, a los diez años de edad. Se casó demasiado pronto, a los quince años, con una princesa austriaca. Y murió demasiado pronto, a los 20 años, cuando recién comenzaba a disfrutar el trono y de la vida.

Esta frase histórica, "demasiado pronto", se adapta a muchos jóvenes del día de hoy. Demasiado pronto comienza con el cigarillo, la marihuana y la droga. Demasiado pronto entran a la violencia en pandillas sin dirección. Demasiado pronto toman contacto con la vida sensual a través de la televisión. Demasiado pronto pierden la inocencia y castidad.

Demasiado pronto adquieren enfermedades venéreas. Demasiado pronto se inician en el delito. Demasiado pronto, a los 15 ó 16 años, caen en la cárcel. Demasiado pronto quedan arruinados, y demasiado pronto, antes de los 45 de edad, mueren.

Todo en la sociedad actual -esta sociedad occidental, materialista, cinetificista y libertina- se hace a la carrera. Los autos corren cada vez con más velocidad, los aviones vuelan cada vez con más rapidez, las comunicaciones se establecen cada vez más aprisa, y la vida se consume cada vez más vertiginosamente.

Dios nunca quiso que su creación llevará una vida tan acelerada. Tanto es así que El está dispuesto a cambiar el ritmo de vida de todo el que se lo pida. Si hacemos de Cristo el Maestro de nuestra vida, todo en ella seguirá un ritmo lógico, pausado, seguro y firme. Cristo desea ser nuestro Señor.

 

 

 

 

 

CULTURA
Marc Anthony, dueño y señor del escenario.

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1996-1998, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.