Miércoles 16 de sept. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Falta de incentivos

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

L
os tres muchachos, entre 16 y 18 años de edad, escogieron a su víctima, y planearon lo que le iban a hacer. Le atarían las manos a la espalda, le pondrían una mordaza en la boca, le vendarían los ojos, y luego comenzaría el vapuleo.

La víctima era un chico, retrasado mental, de apenas 8 años. Los victimarios: muchachos sin hogar de Santiago de Chile. El día del hecho: precisamente el día cuando se celebraba en Santiago un simposio de trabajadores sociales y psicólogos sobre la "falta de incentivos en la juventud".

Este caso es un indicador del estado general, pues el mismo problema ocurre no sólo en aquel país andino sino también en toda América. La Juventud no tiene incentivos. Los chicos que llegan a los 15 años ya no hallan gusto en los juegos de niños, pero no tienen incentivos para la edad de la adolescencia.

Sobreviene entonces el hastío, el aburrimiento, el resentimiento, la fustración. Y el adolescente encuentra cierto alivio en la pandilla y en la violencia. De alguna manera tiene que hallarle interés a la existencia, porque la sociedad nada le ofrece.

Cada año que pasa es mayor el número de adolescente sin hogar, sin escuela y sin deportes que proporcione un escape para sus energías. Y cada año es menor la edad en que los chicos empiezan esta clase de vida. Sube el número de muchachos dados a la violencia, y baja la edad en que comienzan.

Todavía está lejos el cumplimiento de la bella visión del profeta Zacarías, cuando vio las calles de la ciudad "llenas de muchachos y muchachas que juegan en ellas". Las calles están llenas, sí, y también los callejones, las plazas y los antros oscuros, pero no hay juegos alegres, sino droga, sexo, crimen y desesperación.

¿Cómo será el siglo XXI si la última década del XX es así? Muchos sueñan con un siglo nuevo de ciencia, de tecnología, de salud, de abundancia, de paz, de progreso, de felicidad. Pero si el siglo XX le entrega al XXI esta carga de jóvenes abandonados y perdidos, quizá el siglo próximo sea peor.

Algo tenemos que hacer por los adolescentes, y ese algo debe empezar, tiene que empezar, en nuestro propio hogar. Más vale que hagamos de Cristo el Señor absoluto de nuestra vida y de nuestra familia, pues sólo así salvaremos a nuestros hijos.

 

 

 

 

 

CULTURA
Comunidad hindú protesta por danza de cantante madonna.

 

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