Con la intensa ola de delincuencia que se vive en el país, todos los días y con más frecuencia los fines de semana, en los medios de comunicación escritos, radiales y en la televisión se destacan: los robos, homicidios, violaciones, secuestros, drogadicción, entre otros; son actos inhumanos que dejan grandes sufrimientos y lesiones a los familiares de las víctimas.
La sociedad, al observar esta maldad cotidiana, vive en la incertidumbre e intranquilidad por la inseguridad, añorando la paz y pidiéndole a Dios y a las autoridades competentes interponer sus buenos oficios para controlar y erradicar este mal proveniente de los delincuentes despiadados.
Las balaceras y constantes asaltos llenan de tristeza y dolor a los ciudadanos, quienes se percatan de que la violencia se está apoderando de Panamá, especialmente en las ciudades y barrios de Panamá, Colón, San Miguelito y Chiriquí.
La drogadicción y el exceso de bebidas alcohólicas son las causas principales para que cierto grupo de maleantes, vagos y "juegavivos" destruyan la paz, la felicidad familiar y comunal, que todos en el pasado la disfrutamos con la bendición de Dios, en compañía de nuestros hermanos y familiares.
La educación es el arma más eficaz para erradicar este mal social: fortaleciendo los valores cívicos y morales y el respeto ciudadano, los cuales se han perdido y deben devolverse en los planteles educativos y en los hogares; además, todos los padres de familia deben conversar con frecuencia con sus hijos para saber y conocer a sus amistades; para evitar las malas compañías, que muchas veces los conducen por caminos equivocados.
Las autoridades competentes deben aplicar mano dura contra los antisociales o los presuntos delincuentes, como ahora se escucha con mucha frecuencia.
Presuntamente, deben dar la cara.