FAMILIA
La guerra contra las drogas
James A. Inciardi
Su nombre era Upton Sinclair
y su meta era señalar los males de la explotación capitalista
y traer a los trabajadors bajo el ala del partido socialista.
Con la publicación, en 1906, de la descripción de Sinclair,
La selva, la atención pública se concentró no ya en
las escandalosas miserias del proletariado en el Estados Unidos capitalista,
sino en los espeluznantes y nauseabundos detalles del manejo que en Chicago
se hacía de la carne que toda la nación había estado
comiendo. Parece que el jamón del diablo de hecho era tripa cortada
(el revestimiento del estómago) teñida de rojo, y gran parte
del cordero y la oveja que se empaquetaba era cobra. Impedían que
las plantas empaquetadoras se infestaran de ratas poniéndoles como
carnada a los roedores pan envenenado. Entonces, las ratas muertas (envenenadas
con el pan o muertas por otros motivos) prototípicamente entraban
en la mezcla de retazos usados para consumo humano en salchichas u otras
carnes procesadas. Y, lo que ningún lector pudo arreglárselas
para olvidar: de tanto en tanto un empleado se patinaba en un piso mojado,
caía en una batea de pedazos de carne hirviéndose y "no
se lo advertía durante varios días, hasta que todo, excepto
sus huesos... había legado al mundo como Grasa Pura de Carne Durham".
La selva conmocionó tanto al Congreso cuanto a Estados Unidos
y representó el ímpetu necesario para que se produjeran reformas
legislativas. Para mediados de 1906, se aprobó laLey de Alimentos
y Drogas Puros, prohibiendo el transporte interestadual de alimentos y drogas
adulterados o mal marcados. La ley produjo la decadencia de la industria
de remedios patentados, pues de ese momento en adelante debieron indicarse
las proporciones de alcohol, opio, morfina, heroína, cocaína
y un conjunto de otras sustancias. Así, debido a que los medios masivos
de comunicación señalaron los efectos negativos de tales ingredientes,
un conjunto de los remedios perdieron su atractivo. Más aún,
súbitamente se volvió difícil comercializar como cura
para la adición a la morfina un preparado conteniendo una o más
drogas adictivas diferentes.
La nueva legislación simplemente impuso patrones de calidad, envasado
y etiquetamiento; de hecho no prohibió el uso de cocaína y
drogas opiáceas. La Ley Pública No.47, Período 63 del
Congreso (H.R. 1967), más popularmente conocida como la Ley Harrison,
patrocinada por el representante de Nueva York Francis Burton Harrison y
aprobada en 1914, en última instancia sirvió a ese fin. Al
mismo tiempo, la nueva legislación avanzó mucho para alterar
las respuestas públicas y de la justicia penal ante el consumo de
drogas en Estados Unidos para las generaciones futuras.
La Ley Harrison exigía que toda la gente que importaba, manufacturaba,
producía, mezclaba, vendía, dispensaba o distrbuía
de otra forma cocaína y drogas opiáceas se registrara ante
el Departamento de Hacienda, pagara impuestos especiales y mantuviera registros
de todas las transacciones. Como tal, era un código de réditos
diseñado para ejercer algún control público sobre las
drogas, más que para penalizar a los estimados 200.000 consumidores
de narcóticos de Estados Unidos. En efecto, sin embargo, la penalización
fue específicamente lo que ocurrió.


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