Lunes 7 de sept. de 1998

 








 

 

FAMILIA
La guerra contra las drogas

James A. Inciardi

Su nombre era Upton Sinclair y su meta era señalar los males de la explotación capitalista y traer a los trabajadors bajo el ala del partido socialista.

Con la publicación, en 1906, de la descripción de Sinclair, La selva, la atención pública se concentró no ya en las escandalosas miserias del proletariado en el Estados Unidos capitalista, sino en los espeluznantes y nauseabundos detalles del manejo que en Chicago se hacía de la carne que toda la nación había estado comiendo. Parece que el jamón del diablo de hecho era tripa cortada (el revestimiento del estómago) teñida de rojo, y gran parte del cordero y la oveja que se empaquetaba era cobra. Impedían que las plantas empaquetadoras se infestaran de ratas poniéndoles como carnada a los roedores pan envenenado. Entonces, las ratas muertas (envenenadas con el pan o muertas por otros motivos) prototípicamente entraban en la mezcla de retazos usados para consumo humano en salchichas u otras carnes procesadas. Y, lo que ningún lector pudo arreglárselas para olvidar: de tanto en tanto un empleado se patinaba en un piso mojado, caía en una batea de pedazos de carne hirviéndose y "no se lo advertía durante varios días, hasta que todo, excepto sus huesos... había legado al mundo como Grasa Pura de Carne Durham".

La selva conmocionó tanto al Congreso cuanto a Estados Unidos y representó el ímpetu necesario para que se produjeran reformas legislativas. Para mediados de 1906, se aprobó laLey de Alimentos y Drogas Puros, prohibiendo el transporte interestadual de alimentos y drogas adulterados o mal marcados. La ley produjo la decadencia de la industria de remedios patentados, pues de ese momento en adelante debieron indicarse las proporciones de alcohol, opio, morfina, heroína, cocaína y un conjunto de otras sustancias. Así, debido a que los medios masivos de comunicación señalaron los efectos negativos de tales ingredientes, un conjunto de los remedios perdieron su atractivo. Más aún, súbitamente se volvió difícil comercializar como cura para la adición a la morfina un preparado conteniendo una o más drogas adictivas diferentes.

La nueva legislación simplemente impuso patrones de calidad, envasado y etiquetamiento; de hecho no prohibió el uso de cocaína y drogas opiáceas. La Ley Pública No.47, Período 63 del Congreso (H.R. 1967), más popularmente conocida como la Ley Harrison, patrocinada por el representante de Nueva York Francis Burton Harrison y aprobada en 1914, en última instancia sirvió a ese fin. Al mismo tiempo, la nueva legislación avanzó mucho para alterar las respuestas públicas y de la justicia penal ante el consumo de drogas en Estados Unidos para las generaciones futuras.

La Ley Harrison exigía que toda la gente que importaba, manufacturaba, producía, mezclaba, vendía, dispensaba o distrbuía de otra forma cocaína y drogas opiáceas se registrara ante el Departamento de Hacienda, pagara impuestos especiales y mantuviera registros de todas las transacciones. Como tal, era un código de réditos diseñado para ejercer algún control público sobre las drogas, más que para penalizar a los estimados 200.000 consumidores de narcóticos de Estados Unidos. En efecto, sin embargo, la penalización fue específicamente lo que ocurrió.

 

 

 

 

 

 



 

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