FAMILIA
Unete a la lucha contra el flagelo de las drogas
James A. Inciardi
Dado que los nuevos tónicos
contenían cantidades sustanciales de cocaína, por cierto hacían
que los consumidores se sintieran mejor, al menos al principio, llevando
así a la industria de medicamentos patentados a su edad de oro de
popularidad.
La investigación sobre los misterios del opio durante el siglo
XIX no sólo llevó al descubrimiento de Serturner de la morfina
en 1806 sino al de más de dos docenas de alcaloides diferentes, incluidos
la codeína, en 1831. Sin embargo, lo que es aún más
importante, en un número de 1874 del Journal of the Chemical Society,
el químico británico C.R.A. Wright describió una serie
de experimentos que había llevado adelante en el Hospital St. Mary
de Londres a fin de determinar los efectos de combinar diversos ácidos
con la morfina. Wright produjo una serie de compuestos nuevos similares
a la morfina, incluido el que pasó a conocerse en la bibliografia
médica como diacetilmorfina.
El descubrimiento tanto de la codeína cuanto de la diacetilmorfina
había sido el resultado de una búsqueda duradera de sustitutos
más eficaces de la morfina. Este interés surgía no
sólo de las calidades analgésicas de las drogas opiáceas
sino también de sus efectos sedantes en el sistema respiratorio.
El trabajo de Wright, sin embargo, en gran medida pasó sin que se
conociera. Unos 24 años más tarde, no obstante, en 1898, el
farmacólogo Heinrich Dreser informó una serie de experimentos
que había llevado adelante con diacetilmorfina para Friedrich Bayer
y Compañía, de Elberfeld, Alemania, señalando que la
droga era altamente efectiva en el tratamiento de la tos, los dolores de
pecho y las incomodidades asociadas con la neumonía y la tuberculosis.
El comentario de Dreser adquirió inmediata notoriedad, pues se había
producido en una época en la cual los antibióticos todavía
eran desconocidos, y la neumonía y la tuberculosis estaban entre
las causas principales de muerte. Afirmaba que la diacetilmorfina tenía
un efecto sedante más fuerte en la respiración que la morfina
o la codeína, que el alivio terapéutico llegaba rápidamente
y que la probabilidad de una sobredosis fatal era casi nula. En respuesta
a tales informes favorables, las Compañía empezaron a comercializar
la diacetilmorfina, bajo el nombre comercial de heroína, llamada
así por la palabra alemana heroisch, heroico y poderoso.
Si bien la heroína se promocionó como un sedante para la
tos y como un medicamento para el pecho y los pulmones, fue invocado por
algunos como un tratamiento para la adicción a la morfina. Esta situación
parecer haber surgido de tres fenómenos en cierta forma vinculados.
El primero era la creencia en que la heroína no producía adicción.
Como escribió un médico en el New York Medical Journal en
1900.
Se ha advertido el acostumbramiento (a la Heroína) en un pequeño
porcentaje de los casos. Todos los observadores han coincidido, sin embargo,
en que ningún paciente sufrió en ningún sentido a raíz
de este acostumbramiento y que ninguno de los síntomas que son característicos
del morfinismo crónico se han observado jamás. Por otro lado,
un gran número de los informes se refieren al hecho de que la misma
dosis puede ser utilizadaq durante un largo tiempo sin ningún acostumbramiento.


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