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Tom Hanks. |
El realizador estadounidense Steven Spielberg pone de manifiesto algunas irregularidades en el sistema migratorio de su país y hace lo que podría entenderse como una crítica amable del modelo económico en "The terminal", su película más reciente.
La historia parte de un hecho real, ya que está inspirada en la experiencia de un apátrida que desde hace años vive en la terminal internacional del aeropuerto "Charles de Gaulle" de París, aunque Spielberg lo ha convertido en un hombre que llega a Nueva York desde un país del Este de Europa, en el que un golpe de Estado ha instaurado un nuevo Gobierno y dejado sin validez su pasaporte. Todos vuelven
Tom Hanks, que ya ha trabajado a las órdenes del realizador estadounidense en "Salvando al soldado Ryan" (1998) y "Atrápame si puedes" (2002) es ese turista que no habla inglés y que se ve obligado a instalarse durante meses en una zona en obras del aeropuerto ante la negativa de las autoridades de inmigración a dejarle salir, aunque le consideren un engorro.
A través de las peripecias para subsistir del personaje central la cinta recorre el mundo multicultural de un aeropuerto y deja entrever las dificultades de las minorías -sean negros, hispanos o emigrantes de otros orígenes- para hacerse un hueco en una sociedad en la que cada vez el ser humano cuenta menos, agobiado por la competitividad y la burocracia.
Spielberg cree que el "melting pot", la convivencia pacífica de las etnias, ya no existe en Estados Unidos más que en los aeropuertos y por eso se decidió a situar la acción en uno de ellos.
Aunque negó que "The terminal" sea una crítica a su país, aunque sí es un "homenaje a la experiencia de esas personas".
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