El panameño ya ha aceptado que la verdad no es una característica de los políticos. Por el contrario, mentir descaradamente es considerados por ellos como un activo: mientras más y mejor se miente, más se vale, piensan.
Lo triste del asunto es que esta actitud se ha filtrado a toda la sociedad, y hoy por hoy se conoce al panameño común y corriente (a la sociedad civil, dicen los técnicos) en Panamá, como un conglomerado de tramposos y mentirosos.
El "juega vivo" es una expresión de esta tendencia a la trampa y a la mentira. Poco se cultiva el talento propio, el estudio, el trabajo duro y honesto. Muy por el contrario, la "palanca", el colarse en la fila, alterar la verdad para beneficiarse: son estas las prácticas que nos está corroyendo las bases mismas de la sociedad.
A través de esta verdad se puede entender que las familias panameñas en su mayoría sean disfuncionales, y que nadie crea en nadie. ¡Cuántos matrimonios se han ido a pique por la falta de verdad! ¡Cuán llenas están las cárceles por la deshonestidad! O cambiamos, o estaremos destinados al abismo. |