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EDITORIAL
Vino el fuego otra vez
Los desastres siempre están presentes en la vida de la humanidad. El incendio registrado en la noche de ayer en San Miguel es uno de esos casos donde el resultado es el de siempre: gente damnificada, necesidad de ropa y comida.
Las llamas no miran condiciones sociales, pero, a pesar todo, casi siempre se ensañan contra las personas humildes que habitan caserones de madera, en su mayoría condenados. Las razones son tan obvias que las investigaciones a veces no arrojan nada interesante.
Ha habido casos que una conexión bruja mal hecha provoca un corto y, como consecuencia, un incendio. También cuando alguien arroja un cigarrillo al piso de madera del inmueble.
Es lamentable que muchas personas lo hayan perdido todo, pero hay que dar gracias a Dios que nadie pereció porque lo material tiene solución.
Los hermanos de San Miguel, que en años anteriores han sido víctima del fuego, necesitan de la ayuda de todos. Básicamente ropa y comida.
El fuego de La Magnolia ha obligado a las autoridades a trasladar a los 100 damnificados al gimnasio del Club de Leones de El Marañón, lugar que servirá de albergue temporal hasta que se logre una solución permanente para estas familias que lo perdieron todo, a pesar del esfuerzo de los bomberos que tuvieron dificultades para sofocarlo por la baja presión de agua.
No ganamos de las malas experiencias. Hoy se discute la ayuda y luego la logística para darles a estos ciudadanos un mejor lugar donde vivir. Hasta cuándo será el día en que dejemos de improvisar.
Acaso no tenemos áreas con infraestructuras para ubicarlas en la zona revertida, la misma que sirvió de albergue cuando se efectuó el Festival de la Juventud.
Ya es tiempo que en nuestro país dejemos de improvisar. Ahora los deportistas no podrán usar el gimnasio.
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PUNTO CRITICO |
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