ABRACADABRA
"Sólo falta una semana"
"Que se prepare para salir el 31 de agosto, día en que termina su período".

Carlos Guevara Mann
Colaborador
Dentro de una semana le tocará a Ernesto Pérez González evacuar la presidencia. La historia lo recordará por su soberbia, arrogancia y arbitrariedad, por los escándalos de su administración y la vesanía con que trató al pueblo panameño. Tan pronto llegó a la presidencia, el 1 de septiembre de 1994, puso en marcha su deleznable maquinaria de autoritarismo y corrupción. Como presagio funesto de lo que sería su ejercicio, premió con indultos a los más sobresalientes norieguistas y a otros, además, los elevó a cargos ministeriales: Doens, Sánchez Cárdenas, Blanco, Thalassinos. Para despojarnos de las áreas revertidas ordenó la "reforma" de la ARI, botó a Chen Barría y nombró de administrador a Fraudito, quien se ha encargado de repartir, a espaldas del pueblo, las propiedades encomendadas a su institución. (Y como este Fraudito no renuncie de aquí al 31 de agosto, el pueblo en masa debe exigirle que se vaya para su casa.) A sangre y fuego impuso una agenda económica perversa que ha enriquecido a su círculo inmediato y empobrecido al resto de la población. Reprimió a obreros, campesinos, maestros, empleados públicos, profesionales de la salud, industriales y estudiantes, y violó la autonomía de la Universidad de Panamá. Persiguió a periodistas como los dictadores militares: Torrijos, Paredes y Noriega. A hostigar a sus opositores lo ayudaron sus empleados José Antonio Sossa, Alma Montenegro, Arturo Hoyos y los otros cortesanos que designó. Su drástica rebaja de aranceles casi ha aniquilado la agricultura nacional. Sus concesiones mineras y viales (PYCSA, ICA) han causado daños incalculables al medio ambiente. Gracias a sus privatizaciones, hoy el pueblo paga más por el servicio telefónico y el suministro de electricidad, ambos de pésima calidad. A los ministros y altos funcionarios les duplicó el salario y él mismo se lo cuadruplicó. Compró avión y helicóptero nuevos y por el universo mundo viajó, con séquito, boato y esplendor dignos de un sátrapa oriental. Para transformarnos en un pueblo de autómatas consumidores, se empeñó en erradicar la nacionalidad panameña. Para ello impuso los "días puente" que violentaron efemérides queridas del pueblo istmeño: el día de la Madre, el grito de Los Santos, el día del Trabajo y el de los mártires. Quiso otorgarles nuevas bases a los norteamericanos, a cambio de apoyo por su reelección. Para conseguirla usó también todos los recursos del Estado, a través del PARVIS y otros programas de gobierno, y ni la Fiscalía ni el Tribunal Electoral dijeron nada, porque en esas instituciones ejerció su influencia como lo hicieron los dictadores militares. A punta de partidas circuitales y amenazas de encarcelamiento corrompió a la Asamblea hasta convertirla en un ente venal e inoperante, una vergüenza para la Nación. Gracias al fraude y la manipulación será eso mismo lo que tendremos en el próximo período, pero él está contento, porque espera dominarla y, a través de ella, sabotear el gobierno de Mireya Moscoso. Después de minarle el campo a la presidenta electa tiene la avilantez de decir que la esperará en la Presidencia el 1 de septiembre. Que se prepare para salir el 31 de agosto, día en que termina su período, porque ya doña Mireya le advirtió que el 1 de septiembre no quiere encontrárselo en la casa presidencial (El Panamá América, 21 de agosto). Ud., que lee estas líneas: el 30 de agosto conmemore el primer aniversario del NO a la reelección. El 31 celebre, con pitos, pailas y pañuelos, el fin de la torodictadura. Y el 1 de septiembre acuda temprano al Estadio Nacional, paraguas en mano, con un cartelón que diga: ¡NO MÁS TORODICTADURA! Hágalo por Panamá y por sus hijos.
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