Hablando de educación y educadores quisiera plasmar un diálogo descrito por Antifonte, sostenido entre Sócrates y el sofista Antifonte, en el cual este último se dirige al maestro: "Oh Sócrates, yo creo que eres justo pero en modo alguno sabio y me parece que tú mismo lo reconoces al no cobrar retribución alguna por tus enseñanzas o conversaciones. Sin embargo, a nadie entregarías gratuitamente, o por menos de su valor, tu abrigo, tu casa u otra cosa que te perteneciera.
Es claro pues que si le atribuyeras algún valor a tu conocimiento, también por ello cobrarías una retribución que no fuese inferior a su justo precio. Se te podrá entonces llamar justo, ya que no engañas por avidez pero no sabio, ya que lo que conoces nada vale". Sócrates le contesta: "Oh Antifonte, nosotros creemos que la hermosura y la sabiduría pueden emplearse igualmente tanto de manera honesta como deshonesta.
Si una mujer vende por dinero su belleza a quien se la pide, se llama prostituta; es igualmente a quien vende por dinero su sabiduría a quien la busca, se los llama sofistas, vale decir prostitutos. Al contrario, si alguien enseña todo lo bueno que sabe a quienquiera vea dispuesto por naturaleza y se convierte en su amigo, creemos que ése cumple con el deber del ciudadano óptimo".
Sócrates consideraba que enseñar era una misión sagrada que ha de cumplirse en beneficio ajeno y no propio, pero los sofistas escogían y elegían a sus discípulos o alumnos dependiendo de la situación y el haber económico de los mismos.
Para Sócrates la educación y la formación obedecían a las exigencias del bien general y de las mayorías no pudientes; obedecía a que los individuos deben consagrar su capacidad ciudadana y no sobreponer sus aspiraciones y beneficios particulares. La educación sofista era la formación estricta de habilidades; la educación socrática o mayéutica era la formación de conciencia ciudadana, ética y valores. [email protected]