EDITORIAL
Artes y Oficios
El colegio Artes y Oficios fue por años orgullo para el país. De sus aulas salieron los mejores técnicos de Panamá. Si necesitaba un electricista, plomero, mecánico o trabajador de la industria gráfica, los artesanos eran los mejores.
Con el correr del tiempo ese prestigio ha decaído. Ahora los estudiantes del Artes y Oficios se distinguen por los disturbios que protagonizan en las calles de la capital.
Se pelean con los estudiantes de otros planteles, llevan armas de fuego y cuchillos a sus aulas, se toman con violencia las oficinas administrativas del colegio y lanzan piedras contra autobuses repletos de pasajeros. Esa situación ha provocado que la matrícula refleje una preocupante reducción, al punto de que algunos proponen el cierre del colegio.
En realidad un padre responsable pensaría dos veces matricular a su acudido en un centro educativo, donde sus estudiantes se ven involucrados constantemente en actos de violencia.
Frente a la situación, la dirección del Artes y Oficios, así como el Ministerio de Educación, no deben andarse con paños tibios. Hay que expulsar y meter presos a esos maleantes disfrazados de estudiantes, que están deteriorando a pasos agigantados el poco prestigio que le queda al plantel.
Ya el tiempo de las expulsiones pasó. El que no quiere estudiar y anda desenfundando revólveres por las calles, no puede permanecer ni un día más en el Artes y Oficios.
La falta de disciplina está dañando a la juventud. Hay padres de familias y docentes que se convierten en cómplices de esos estudiantes. Nadie los reprende y si cometen una falta se le ve con una gracia.
Las autoridades educativas deben entender que a las manzanas podridas hay que separarlas, para que no dañen al resto del estudiantado. Ya está bueno de dar oportunidades, a gente que no tiene ningún deseo de estudiar.
PUNTO CRITICO |
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