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EDITORIAL
Ejecuciones
La ola de crueldad y macabros asesinatos que cubre a Panamá tiene un responsable: la droga, ha dicho con gran acierto un alto prelado de la Iglesia Católica.
De ese flagelo no se escapa nadie: ataca desde los más ricos hasta los más pobres; desde el más pequeño hasta el más mayor; y de él no se libra ni las encargados de ejecutar las leyes.
La observación del prelado no ha sido la novedad. Simplemente la verdad de las voces silenciosas y una aceptación pública de lo que todo el mundo en Panamá sabe.
Y como lo señala el religioso, todos tienen responsabilidad en lo que está pasando. Porque todos saben, pero al mismo tiempo, �nadie sabe nada�. Es como si existiera un Código del Silencio, porque como dicen: "en boca cerrada no entran moscas".
Sin embargo, las consecuencias de este flagelo está acabando con Panamá. Los índices de violencia son alarmantes, tanto que se ha llegado ha expresar que poco a poco, nos estamos acercando a los niveles de peligrosidad de nuestros vecinos suramericanos.
La delincuencia está contaminando a un gran sector de la sociedad y quizás en eso radica el miedo de hablar, porque si se abre la boca, luego aparecen los macabros hallazgos
No es que Panamá esté habitada por gente cobarde y que se acoja a las comodidades inmediatas, sino que muchas veces se tiene miedo, por eso ante la actual situación las autoridades deben actuar con mayor eficiencia, porque conforme pasan los días, los crímenes son más atroces.
Ya se analiza la posibilidad de aumentar las penas por homicidio, sobre todo cuando las víctimas son agentes de la Policía o funcionarios encargados de la represión de los delitos.
Al mismo tiempo se debe imponer mayor control en las calles, con presencia de la Fuerza Pública en las comunidades.
No puede ser que cualquier delincuente secuestre o mate a un cristiano sin que nadie se entere.
Ya los panameños no soportan la ola de ejecuciones que sacude al país. Hay que tomar acciones urgentes y efectivas.
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PUNTO CRITICO |
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