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Con la esperanza de que cada día aumente en ti el deseo de hablar con Dios, nuevamente te regalamos otra reflexión del Papa Juan Pablo II sobre la relación entre la oración y nuestro interior.
Orar es tan importante que Jesús mismo nos dice: Pedid en todo momento (Lucas 21,36). Quiere que recemos para obtener luz y fuerza. Quiere que nos dirijamos a su Padre, como El lo hizo. El Evangelio nos cuenta que
Jesús se paso la noche orando a Dios antes de elegir a sus apóstoles (véase Lucas 6, 12). Mas tarde, en su Pasión, en el momento culminante de su sufrimiento, Cristo se puso a orar con mas insistencia (Lucas 22,44).
Jesús no solo nos ha dado ejemplo de oración, sino que, de hecho, nos ha enseñado como orar. En una de las escenas más bellas del Evangelio, vemos como Jesús enseña a rezar a los discípulos que le rodeaban: Padre nuestro, que estas en los cielos santificado sea tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Jesús instruía así a sus discípulos sobre la estima que merece la alabanza de Dios: la importancia del nombre de Dios, de su Reino y de su voluntad. Al mismo tiempo, les recomendaba pedir el pan, el perdón y la ayuda en las dificultades.
Nuestro pan del mañana dánoslo hoy, perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la prueba, sino líbranos del mal (ver Mateo 6, 9-13; Lucas 11, 2-4). Jesús nos conduce al Padre a través de la oración. En ella transforma el Espíritu Santo nuestras vidas. En ella llegamos a conocer a Dios, a descubrir su presencia en nuestra alma, a escuchar su voz a través de nuestra conciencia, a valorar el don que El nos hace de la responsabilidad personal por nuestra vida y nuestro mundo.
Por medio de la oración nos hacemos capaces de percibir mas límpidamente la persona de Jesús y asumir plenamente sus enseñanzas en nuestra vida. Dios te bendice por solidarizarte con la obra PRO-FE en bien de tus hermanos mas necesitados. |
