Alto

Hermano Pablo
Colaborador
El hombre se detuvo frente a la escuela. De día se daban clases para niños; de noche, para adultos. ¿Qué buscaba este hombre? Quería aprender a leer. Cuando, con aprensión, entró a la clase, la maestra le preguntó: ¿Sabes leer? Sé lo suficiente contestó el hombre. ¿Lo suficiente para qué? preguntó la maestra. Para detener mi camión de carga. Sólo sé leer `ALTO'. Cuando se le preguntó por qué quería aprender a leer, él respondió: «Tres cosas. Una: quiero leer la Biblia para saber qué me está diciendo Dios. Dos: quiero leer para ser ejemplo y ayuda a mi familia. Y tres: quiero leer para poder trabajar. Ahora me exigen leer para renovar mi licencia de conducción. Fue así como Mike Wardell, hombre pobre de cincuenta y siete años de edad, comenzó su escuela. ¡Qué interesante! Mike quería aprender a leer para conocer a Dios, para ser un ejemplo a su familia y para poder trabajar: Dios, familia y trabajo, las tres fuerzas que deben motivar a todo hombre. Hay historias que parecen triviales pero que contienen lecciones muy profundas. Mike Wardell nunca había aprendido a leer. Pero el paso de los años le mostró que tenía tres grandes responsabilidades: una hacia su Creador, otra hacia su familia y otra hacia sí mismo. La deuda hacia su Creador la cumplía en adoración, leyendo y estudiando su Palabra. La deuda hacia su familia la cumplía siendo ejemplo y dando dirección. Y la deuda hacia sí mismo la cumplía trabajando. Es interesante el orden que Mike Wardell le dio a estas responsabilidades: Dios, familia y trabajo. Más vale que aprendamos de Mike esta poderosísima lección. Primero, busquemos a Dios de todo corazón. Estudiemos su Santa Palabra. Leamos la Biblia con dedicación y constancia. Y reunámonos con regularidad con otros creyentes en Cristo. Segundo, seamos fieles a nuestra familia. La familia tiene la segunda prioridad. Cuando nuestro trabajo o profesión nos es más importante que la familia, perdemos el respaldo de nuestra esposa y de nuestros hijos. Ellos nos ayudarán si saben que tienen asegurado, después de Dios, el primer lugar en nuestra vida. Tercero, dediquémonos al trabajo. No seamos perezosos. No pensemos que alguien nos debe algo. La Biblia es clara al decir que el que no trabaja, pierde el derecho de comer. Sometamos, pues, nuestra voluntad a Cristo. Él nos dará la sabiduría para ser la persona que deseamos ser. Si servimos a Dios con toda el alma, estaremos también sirviendo a nuestra familia y dedicándonos al trabajo. Permitamos que Dios ocupe el primer lugar en nuestra vida.
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