¿Mireya Moscoso o Mireya Vda. de Arias?

Socorro Ramírez
FEMPRESS
En Panamá, Mireya Moscoso asumirá el poder en septiembre próximo. Tres meses después, en el último día del siglo, al vencerse el período de control total estadounidense sobre la vía interoceánica, deberá recibir el Canal en calidad de presidenta de la República. Fecha histórica y decisiva para el país, sin duda alguna. La señora, o simplemente Mireya como la llaman todos los panameños, se ganó la presidencia a pulso, así ella misma le otorgue el triunfo a su difunto marido, Arnulfo Arias, quien fuera en tres ocasiones presidente de Panamá y otras tantas fue derrocado. Arias era un gran hacendado. A comienzos del siglo proclamó la panameñidad como reacción racista contra la población negra venida de todas las islas del Caribe a construir el Canal. A mediados del siglo se puso de lado de los fascismos europeos y del franquismo español. Más tarde, se inclinó hacia Washington. Y ahora es reivindicado por quien, siendo aún muy joven, se desposó con él y lo acompañó desde 1977 hasta 1988, año de la muerte del caudillo. La evocación de la memoria del patriarca, junto con sus declaraciones en contra del continuismo y su campaña de acercamiento al pueblo -Mireya recorrió pueblos y veredas, entró en los hogares, abrazó gentes y besó niños sin fin- lograron canalizar la insatisfacción de los panameños con los efectos sociales de la reforma económica emprendida por el gobierno actual. Por lo demás, será muy poco lo que pueda hacer con la herencia política de Arias cuyas ideas parece contradecir en la práctica. Más que las entrevistas o los debates públicos, Mireya prefiere el contacto personal. En gesto maternal abre y cierra sin cesar los brazos sobre su pecho, como queriendo abrazar a todos los panameños. Con relación a la mujer fue poco lo que Mireya dijo durante su campaña y sólo se refirió a las madres solteras, para quienes prometió algunos programas. Con los otros dos candidatos a la presidencia, el 5 de abril de 1999 firmó el llamado "Pacto mujer y desarrollo", que tuvo como testigos a la Comisión de Justicia y Paz, al representante del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo, a la Asamblea de la Sociedad Civil y al Jefe de la delegación de la Unión Europea. El pacto contiene once compromisos entre los cuales se encuentra el respeto a los logros alcanzados por las mujeres, el desarrollo de estrategias y acciones en su beneficio, y en el tercer punto dice "nos comprometemos públicamente con las mujeres a respetar y hacer cumplir la Ley 4 de 29 de enero de 1999 en la cual se instituye la igualdad de oportunidades para las mujeres, al igual que todas aquellas disposiciones legales tanto nacionales como internacionales que promueven la equidad entre los géneros y la participación democrática". Nunca reivindicó su condición de mujer tal vez con la creencia errada de que tales gestos podrían hacerla aparecer débil. Esta, en cambio, sí fue utilizada como argumento por sus oponentes políticos. En público y en privado se hacían alusiones a su vida personal, sugerencias que no se suelen hacer cuando el candidato es un hombre: que por qué se casó tan joven con alguien que le llevaba medio siglo por delante, que por qué se volvió a casar tan pronto enviudó, que por qué se divorció luego y por qué ahora está sola libremente acompañada. Igualmente ha sido constante la pregunta por sus títulos académicos que nadie los ha visto, que se los inventó. Hay que señalar que muchas personas, sobre todo mujeres, reconocen que Mireya Moscoso fue creciendo a medida que transcurría la campaña. Las mujeres que votaron por ella afirmaban que, aunque no tenía títulos académicos ni era desenvuelta para hablar en público, Mireya les inspiraba más confianza, y que, finalmente, no podía ser peor que lo ya conocido o que las demás opciones disponibles. Para salir al paso a las acusaciones de que era manejada por los viejos arnulfistas, la señora aseguraba una y otra vez que tenía sus ideas claras, que estaba comprometida con el pueblo, y que no se dejaría manejar por camarillas. Llegó incluso a decir en la plaza pública: "llevo muy bien mi falda pero, si hace falta, sé fajarme los pantalones". El panorama que le esperaba a Mireya no es fácil. No sólo por el momento crucial en la vida de su país sino por el estrecho margen con que cuenta un gobernante en esa época, más aún tratándose de una mujer sin experiencia, sin especial formación y sin conciencia de género. Como la nueva presidenta no cuenta con mayorías en el Congreso anunció un gobierno de unidad nacional, lo que la puede atar a lo peor del pasado, en contra de sus promesas de ruptura. La presidenta hizo además muchas promesas difíciles de cumplir ya que -como es sabido- el margen nacional para definir políticas macroeconómicas es cada vez menor. Los sindicatos, con los que se reunió y a cuyos líderes convocó una y otra vez durante la campaña, esperan que respete sus conquistas laborales, detenga algunas de las privatizaciones y revierta otras. Los educadores esperan, como les prometió, que les devuelva las jubilaciones especiales perdidas en las reformas recientes. Los sectores agropecuarios e industriales esperan que, tal como lo anunció en su campaña, vuelva a imponer los aranceles antes desmontados. En fin, las gentes del común, esperan que aumente el empleo, defienda el medio ambiente y haga el cambio como lo garantizó tantas veces. Y las mujeres también esperan que una presidenta pueda abrirles mejores condiciones. Ojalá cuente al menos con ellas. Serán las ejecutorias de su gobierno las que definan si la señora es Mireya Moscoso o simplemente Mireya viuda de Arias.
|
|
La señora, o simplemente Mireya como la llaman todos los panameños, se ganó la presidencia a pulso, así ella misma le otorgue el triunfo a su difunto marido, Arnulfo Arias, quien fuera en tres ocasiones presidente de Panamá y otras tantas fue derrocado.

|