«Provistos de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos y seguimos el viaje. Luego de cruzar la línea equinoccial, el maestre se dio cuenta de que sólo quedaban tres vasijas de agua de las cien con que había abastecido la nave capitana, ¡y esas tres vasijas tendrían que alcanzar para saciar la sed de 400 hombres y 30 caballos!
"En vista de tal escasez, el gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca ordenó que navegaran en busca de tierra... Al cuarto día, una hora antes de que amaneciera, sucedió algo asombroso... y es que cuando las naves estaban a punto de encallar en unas rocas, comenzó a cantar un grillo. Un soldado había embarcado con el grillo en Cádiz con el deseo de oírlo cantar. Ya habían pasado dos meses y medio navegando sin que se oyera ni se percibiera siquiera la presencia del grillo, por lo que iba muy enojado aquel soldado. Pero esa mañana, cuando sintió la tierra, comenzó a cantar, y todos los que iban en la nave, al oír la música del grillo, vieron lo cerca que estaban las rocas y comenzaron a dar voces para que echaran anclas a fin de que evitáramos chocar contra las rocas. Lo cierto es que, de no haber cantado el grillo, nos habríamos ahogado.
Así cuenta Pedro Hernández, escribano del explorador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el milagro que los salvó de naufragar, luego de partir de las islas de Cabo Verde, en su travesía desde las Islas Canarias hasta las costas de Brasil. Lo que ocurrió fue algo insólito, que los tripulantes de la expedición consideraron un milagro, ya que el mensajero que juzgaron que les envió Dios fue un simple grillo.
Lo cierto es que quienes nos dedicamos a dar mensajes como este, a la conciencia, nos identificamos plenamente con el grillo de esta crónica. Pues si bien no tenemos los méritos para salvar a nadie, como tampoco los tenía aquel «grillo salvador», sí tenemos la responsabilidad de anunciarles la salvación eterna a los demás tripulantes que nos acompañan en la nave de la vida, advirtiéndoles del peligro que corre su alma al tropezar con las rocas del pecado. Así como Dios envió a ese grillo con aquella sonora noticia salvadora, también a los que ya nos hemos salvado por haber oído la noticia y haber acatado la advertencia, Dios nos ha enviado a proclamar la buena noticia de que Él nos amó hasta el punto de que envió a su único Hijo, Jesucristo, «para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna".