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REFLEXIONES
"Portobelo: Reconstruir la historia"
Carlos Christian Sánchez C.
Relacionista Internacional
La bahía de Portobelo era el emporio comercial del imperio español. Los tesoros coloniales provenientes del Perú y Sudamérica llegaban a las aduanas de la ciudad, mientras los mercaderes andaluces preparaban sus barcos para cargar el oro, la plata y los productos de la América hispana. De repente, como era común en esos días, la tranquiliad de la rada era perturbada por las incursiones de los corsarios franceses, los bucaneros holandeses y los piratas ingleses. Los tres fuertes de Portobelo no pudieron siempre resistir la acometida de los ladrones. El fuego y las balas de los cañones enemigos destruyeron las murallas, aniquilaron a las fragatas hispanas y el ruido de las espadas se sintió en la última batalla por el dominio del puerto más importante del comercio ibérico. Un día de 1729, la magia de Portobelo acabó en un asalto de marinos británicos. No era la primera vez que llegábamos de imprevisto a Portobelo. Un poblado que sigue viviendo su aconstumbrada vida cotidiana, parecía permanecer intacto desde la calamidad de inicio del siglo XVIII. Pero una grata sorpresa nos permitió ver cambios notables en la fisonomía de la ciudad colonial atlántica. Un grupo de aseadores y cortagramas limpiaban los monumentos a la altura de las murallas de uno de los fuertes defensivos. El edificio de la vieja Aduana de la ciudad, muestra un conjunto de utensilios de los instantes mismos de la época gloriosa de Portobelo. Mapas, sables, mosquetes y ropas de los hombres de esos siglos, aparecen ordenados en una pequeña exposición del Instituto Nacional de Cultura. La curiosidad de los fotógrafos y periodistas visitantes al lugar, también los guió a la muestra de los trajes confeccionados por decenas de años para las procesiones del Cristo Negro de Portobelo. Colores vivos en donde resaltan el tradicional morado, el dorado y el rojo, se combinan con las lentejuelas plateadas y alegorías de decoraciones especiales sobre los sufrimientos o penas de Mesías, alabado por miles en la temporada invernal lluviosa de octubre. La verdad es que el Instituto Panameño de Turismo (I.P.A.T.), quien permitió a una delegación de medios informativos visitar Portobelo, como parte de la reunión de su Junta Directiva en Colón, ha hecho todo lo posible por cambiar la imagen de degradación que venía sufriendo la ciudad atlántica colonial. Además de las viejas Aduanas, otros edificios e iglesias del poblado serán reconstruidas en el transcurso de seis a doce meses, gracias a una partida financiera dada por el gobierno y otras entidades promotoras de la cultura. Un centro artesanal será construido cerca de las Aduanas, mientras un estacionamiento planificado se instalará frente al centro del pueblo. Algunas residencias ubicadas dentro de los monumentos históricos se movilizarán y sus familias ubicadas en otras viviendas, dignas para esas personas. Un centro informativo del IPAT trabaja con el municipio local, mientras que ya un conjunto de señales de instrucción turística se aprecian por todo el sitio urbano colonial. Para lo que vimos en Portobelo el pasado cuatro de julio, con la mala imagen de noviembre de 1999, la situación ha mejorado en gran medida, puesto que además de reparar la antigua fachada del poblado colonial, se busca crear una alterntiva viable de empleomanía, gracias a un programa de capacitación artesanal para los pobladores. Antes de regresar a Panamá, un niño colonense que vendía billetes de lotería se acercó al autobús. Le compramos un chance y mientras le pagamos, nos dijo que todo ha cambiado. Confían en que los buenos tiempos regresarán a Portobelo y sus vecinos no pierden las esperanzas de lograr la prosperidad, gracias a la reconstrucción de la historia. Salvar los legados del pasado y recrear el esplendor antiguo colonial, claro que permitirán el progreso de esta ciudad, única por su belleza natural y riqueza histórica.
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