MENSAJE
El mulo
y el pozo

Carlos Rey
Crítica en Línea
Había
en cierta granja un mulo viejo que dio un paso en falso y fue
a dar al fondo de un pozo. El pobre campesino, que era su dueño,
oyó el desesperado y resonante rebuzno y se acercó
al pozo. Sintió lástima de su mulo, pero después
de pensarlo bien, decidió que no valía la pena
tratar de salvar ni el mulo ni el pozo. Así que llamó
a sus vecinos, les contó lo sucedido y les pidió
que le ayudaran a llenar de tierra el pozo. De ese modo el pozo
serviría por lo menos como tumba, y el mulo no sufriría
más.
Cuando comenzaron a lloverle los primeros montones de tierra,
el mulo casi se muere del susto. Pero al sentir el golpe de la
cuarta y la quinta palada, se le ocurrió una idea. Cayó
en la cuenta de que cada vez que le caía encima un montón
de tierra, debía quitársela de encima sacudiéndose,
y dar un paso hacia arriba, pisoteando la tierra que caía.
En efecto, eso es lo que hizo, golpe tras golpe, palada tras
palada, montón tras montón.
«¡Sacúdete y sube! ¡Sacúdete
y sube! ¡Sacúdete y sube!», se repetía
en voz alta para no perder el ánimo. Aguantó el
dolor de los golpes de la tierra que caía y sofocó
la angustia que sentía, y así, sacudiéndose
y subiendo, venció el pánico que lo invadía.
Después de mucho sacudirse y pisotear, y ante el asombro
general, el viejo mulo, exhausto y maltratado, dio el último
paso hacia arriba, por encima de la orilla del pozo, y pisoteó
triunfante la tierra firme del campo! Lo que pudo haberlo enterrado,
a la postre lo desenterró. Había logrado convertir
en bendición esa segura maldición, y todo porque
supo enfrentarse a la adversidad.
He aquí la moraleja en verso:
Si al fondo llegas, y te echan tierra,
en lugar de desesperarte,
¡anímate, mira hacia arriba
y usa la tierra para desenterrarte!
Esta simpática fábula ilustra el siguiente refrán:
«Nadar río abajo no cuesta trabajo; nadar río
arriba: ¡eso sí que cuesta fatiga!»1
Pensémoslo bien. Si con la sola fuerza de voluntad
somos capaces de nadar contra la corriente, ¿cuánto
más podremos hacer en tiempos de angustia si acudimos
a Dios? Con el Señor a nuestro lado, podemos vencer los
obstáculos más imponentes de la vida. Esa fue precisamente
la conclusión a que llegó David cuando el Señor
lo libró del rey Saúl y de todos sus enemigos.
De ahí que el salmista de Israel le dedicara al Señor
los siguientes versos:
Me enredaron los lazos del sepulcro,
y me encontré ante las trampas de la muerte.
En mi angustia... clamé a mi Dios,
y... ¡mi clamor llegó a sus oídos!...
Me sacó a un amplio espacio;...
contigo, Dios mío, podré asaltar murallas.2
1Luis Martínez Kleiser, Refranero general ideológico
español (Madrid, 1989), p. 198. 2Sal 18:5,6,19,29
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