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A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
Miseria en la sierra (II)

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Santos Herrera

Ayer, con preocupación, observé tres grupos de indios que en total sumaban quince, merodeando locales comerciales y residenciales en procura de una ayuda. Había de todas las edades. Desde el viejo seco y agotado, hasta el niño de brazos con su abultada barriga llena de parásitos. La visión que permitía el ángulo donde estaba sentado en el café, resulta realmente patética. Si ver a un anciano pedir limosna conmueve, si escuchar a una mujer pedir en el nombre de Dios un pedazo de pan para aplacar el hambre de sus hijos duele; mirar a un niño con sus ojos tristes pedir un real, es lo más desgarrador y doloroso, lo más lacerante, que hiere las fibras más íntimas del corazón. Que tristeza más profunda sentí esa mañana. Varias familias de cholos, huyéndole a la miseria campesina llegan a Chitré y para poder subsistir, tienen que pedir limosnas, que es por cierto el oficio más humillante, pues desfigura al ser humano. Consternado, también pude observar, que por más que se extendieran las manos, casi todas estaban vacías, a pesar de la cercanía de la Catedral de Chitré, donde entran y salen muchas personas a ofrendarle una oración al hijo del carpintero, que una vez dijo que hay que querer al prójimo, como a uno mismo.

Y que no vengan ahora a decirme que esa pobre gente que se vio empujada por las necesidades a abandonar su solar, son unos vagos que no les gusta trabajar. Años de explotación los han convertido en parias en su propia Patria. No tienen tierra para cultivar. No existen escuelas donde aprender las primeras letras. Los centros de salud y las atenciones médicas son inexistentes. Viven en chozas de pencas y piso de tierra. No tienen agua potable ni energía eléctrica. Están totalmente aislados por falta de caminos de penetración; practican la primitiva agricultura del chuzo y jamás reciben un precio justo por sus productos. Es decir, muchos de ellos viven hoy peor que hace quinientos años.

¿Y cuál es la respuesta que han ofrecido los distintos gobiernos para aliviar el dolor de estos panameños? Ninguna. Y es así, porque para la clase gobernante ese núcleo social no existe. Otra es su clase y todos los beneficios son para unas cuantas familias de rabiblancos. Pregunte cuánto se ha programado para las zonas indígenas y para los cholos panameños, de los centenares de millones de balboas que se han conseguido en calidad de préstamo y se dará cuenta que para ellos no hay un solo real. Mientras tanto, seguirán bajando de la montaña, huyéndoles a los colmillos filosos de los perros del hambre y llegarán hasta Chitré donde seguirán pidiendo limosnas.

 

 

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