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Llega Navidad. Los foquitos de colores se ven por todos lados. La noche brilla como el arco iris cuando deja de llover y sale el sol. En el arbolito, además de su fragancia, debajo hay regalos que para muchos son sorpresa, pero para otros -por la forma de su envoltura- es obvio que se trata de una botella de licor o de vino.
Nadie sabe por qué la gente incluye en su lista de regalos botellas de licor. De esto sí es seguro que la influencia en las estrategias de venta de las compañías licoreras juegan un papel importante en la decisión, pues se tiende a ligar el prestigio de regalar no el licor en sí, sino la marca de la botella o de la compañía.
Para muchos, recibir de regalo una botella es un insulto. Hacen sentir a las personas como verdaderos alcohólicos, pero para otros, resulta la bendición del fin de semana. La algarabía no vista.
Si usted es de los que opta por hacer este tipo de presentes píenselo y pregúntese primero: ¿Me gustaría que alguien piense que soy tomador de licor? Si su respuesta es no, replantee su propuesta de regalo por algo que dure unos años más. A continuación, algunas sugerencias: Para las chicas podrían envolver cajetas de chocolates, pendientes o perfumes y para los chicos tal vez una corbata, cartera de cuero, reloj o un buen libro.
Si queremos ser mejores ciudadanos, comencemos a eliminar este tipo de regalos que viene de años. Rompamos la cadena de obsequiar siempre lo mismo. |
