En misterio detención de piloto colombiano

Agencias
Internacionales
El caso del piloto colombiano Jairo Andrés Angarita Santos, detenido hace dos semanas en Panamá sindicado del intento de secuestro o robo de un helicóptero Bell-407 identificado con la matrícula HP-1419RL, es un completo misterio. El silencio de las autoridades panameñas y colombianas al respecto es total. Las primeras, en cabeza del fiscal auxiliar de la República, Carlos Augusto Herrera, no quieren hablar para no entorpecer el curso de la investigación. Las segundas, tanto en la embajada de Colombia en Panamá como en el Ministerio de Relaciones Exteriores, dicen que no pueden hacer ningún comentario hasta que no sean informadas sobre lo ocurrido por la cancillería panameña. Lo poco que se conoce sobre esta historia es lo que ha publicado en varias entregas el periódico del vecino país El Panamá América. Jairo Andrés Angarita Santos es un muy buen piloto de helicópteros. Salvo este dato, el resto de su vida es un misterio. Al parecer es hijo de un coronel retirado del Ejército, ya fallecido, y estudió en la Escuela de Oficiales Marco Fidel Suárez de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC). Hasta la semana pasada la FAC estaba investigando si Angarita se había graduado como subteniente o no y si había pedido la baja de las filas de la aviación. Luego estuvo vinculado a Helitaxi como copiloto de helicópteros MI-17 rusos. De esta compañía privada Angarita pasó a la Policía Nacional en 1997 como piloto de UH-1H, el mismo Huey. En esta institución, según un oficial de alto rango que pidió no ser identificado, se destacó por su habilidad y realizó varios cursos de entrenamiento en Estados Unidos. En 1998 recibió una mejor oferta económica y pasó al Ejército como piloto de MI-17 de nuevo. Al Ejército estaba vinculado como trabajador oficial, es decir, con un contrato de prestación de servicios por un año. Por la exigencia tan alta y la responsabilidad que tiene su trabajo Angarita volaba 15 días y descansaba otros tantos. En su tiempo de compensación por horas voladas fue que lo atraparon las autoridades panameñas a finales del mes de junio. El 14 de junio, según el periódico panameño, fue detenido de manera preventiva Ulises Malkum porque funcionarios panameños encontraron irregularidades en la solicitud de alquiler de un helicóptero. No obstante, fue dejado en libertad luego de reclamar un tratamiento especial como diplomático. Malkum es esposo de Carmen Rosa Araújo, una auxiliar administrativa del consulado colombiano en Panamá. El jueves de la semana pasada El Panamá América informó que se desconocía el paradero de Malkum. El viernes una fuente de la embajada de Colombia dijo, en una declaración no oficial, que este señor no se encontraba detenido. Catorce días después Angarita, quien según le contó a la Dirección de Investigaciones e Información Policial (DIIP), se había estado hospedando en el Hotel Plaza Paitilla Inn, intentó alquilar un helicóptero de nuevo pero las autoridades ya lo tenían en la mira. Un suceso inesperado cambió su suerte. Un alto funcionario panameño, que no quiso revelar su nombre, le contó a SEMANA que un piloto de ese país reconoció a Angarita como un compañero de curso. Cuando preguntó por él le dieron un nombre que no correspondía con el de la persona que conocía. Seguro de lo que decía, el piloto buscó en su anuario la foto de Angarita y les demostró a las autoridades que el colombiano mentía respecto a su identidad. En el aeropuerto Marcos Gelabert, localizado en la antigua zona estadounidense del canal y utilizado para vuelos internos, fueron detenidas cinco personas que portaban cédulas panameñas pertenecientes a ciudadanos muertos de ese país y un pasaporte venezolano falsificado. Angarita se identificaba con un pasaporte, expedido el 8 de junio, a nombre de Leonardo Villarraga Mejía. Cuando fue capturado le encontraron también 5.000 dólares en cheques y otros documentos de identificación falsos. Este grupo tenía como misión, según las investigaciones que adelantó la DIIP, alquilar el helicóptero para hacer un viaje de negocios hacia la provincia de Colón. En el trayecto, según la misma fuente, el aparato sería desviado hacia Punta Cocoyé, en la misma provincia. Allí, en un sitio que había sido limpiado previamente para el aterrizaje del aparato, un segundo grupo lo reabastecería de combustible para, en teoría, viajar hasta algún lugar del Urabá chocoano colombiano, donde se lo entregarían a miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). El piloto Angarita, al parecer, colaboró con la DIIP. Su ayuda permitió la captura de cuatro colombianos en Punta Cocoyé y el decomiso de seis tanques de cinco galones con gasolina, una bomba de combustible, cinco pistolas, una subametralladora Uzi, un fusil AK-47, cuatro proveedores para el mismo, equipo de campaña, dos vehículos, cinco millones de pesos en una tula y 24.000 dólares. Aunque todavía hay muchos cabos sueltos en esta investigación el caso es muy importante para la DIIP. Esta Dirección había creado un grupo especial para prevenir este tipo de acciones delictivas desde noviembre del año pasado, cuando una organización no identificada robó un helicóptero Bell-407 y un Long Ranger de la empresa Aerocharter. En esa ocasión el modus operandi de los delincuentes fue muy parecido al que utilizaron Angarita y su equipo. Mientras que la investigación continúa su curso en Panamá el Ejército colombiano ya inició las acciones jurídicas necesarias para terminar el contrato de Angarita. El piloto tendrá mucho que explicarles a las autoridades de los dos países. Y para desenredar los hilos de esta trama, que posee todos los elementos para una novela de aventuras, se necesitará alguien con la imaginación de John Le Carré, que le haga la segunda parte a El sastre de Panamá.
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Mientras que la investigación continúa su curso en Panamá el Ejército colombiano ya inició las acciones jurídicas necesarias para terminar el contrato de Angarita. El piloto tendrá mucho que explicarles a las autoridades de los dos países. Y para desenredar los hilos de esta trama, que posee todos los elementos para una novela de aventuras, se necesitará alguien con la imaginación de John Le Carré, que le haga la segunda parte a El sastre de Panamá.
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