REFLEXIONES
"Armas:
negocio mortal"

Carlos Christian Sánchez C.
Relacionista
Internacional
Días
atrás, hicimos un balance general sobre las grandes repercusiones
de la inusual alianza de consenso que aglutinó a los dos
bandos políticos más grandes de Panamá.
Tanto el PRD y el Arnulfismo unieron criterios para afrontar
las quejas frente a la supuesta incapacidad de nuestra nación
de conformar un Plan de Seguridad que garantizará al mundo
un ambiente de tranquilidad en todo el territorio, el canal y
sus fronteras, o que se concretará el espinoso tema del
uso del denominado "Fondo Fiduciario".
En cuanto a un punto sensitivo como la seguridad en el territorio
nacional panameño y sus repercusiones internacionales,
hay que mencionar que nuestro país, además de ser
un sitio geográficamente estratégico para el comercio
mundial, es también un punto clave para el trasiego de
armas en la América Latina.
Comenzando el mes de julio, varios embarques de armas que
se dirigían hacia Colombia, fueron detectados en puertos
colonenses. Estas armas se dirigían a las fuerzas paramilitares
del país sudamericano. Meses antes, diarios locales y
centroamericanos condenaron el flujo de envío de armamento
proveniente de Honduras y Nicaragua, que pasaba por Panamá
hacia rumbos desconocidos. Los restos bélicos de los ejércitos
que lucharon en las guerras civiles en la América Central,
ahora se dirigen al conflicto colombiano. Y por supueto, el Istmo
panameño nuevamente es usado como sitio de paso de las
armas mortales.
Un experto en materia de milicia nos decía lo siguiente:
¿En qué se parece un guerrillero afgano, un soldado
checheno, un terrorista árabe, un rebelde de las FARC
colombianas y un pandillero narcotraficante de Curundú?
Sencillo, todos son clientes activos del mercado más lucrativo
que existe en el planeta: el Tráfico de Armas. Un negocio
mortal que inunda a todos los pueblos de la tierra con violencia
y derramamiento de sangre.
Se dice que el mercado ilegal de armas puede superar los doscientos
mil millones de dólares, cuatro veces el negocio de las
drogas ilícitas. Desde municiones, granadas, balas de
mortero, miras telescópicas americanas; pistolas italianas
o rifles soviéticos, es tan grande la oferta de los grupos
combatientes y tan vasto el arsenal o tipos de equipos militares
que cualquier cliente logra conseguir lo que desea para solucionar
sus necesidades tácticas.
Tan sólo hace unos pocos días que Panamá
logró concensuar la firma de un Acuerdo para el Plan de
Seguridad Nacional, nos encontramos con esta realidad del uso
de nuestro país como ruta del tráfico internacional
de armas. Es momento que se apliquen las medidas para paliar
esta plaga, puesto que las herramientas de muerte y su paso por
Panamá, pueden ser utilizadas como argumento discriminado
hacia nosotros, porque no podemos evitar que siga el desorden
provocado por esta irregularidad.
Dentro de cinco meses, Panamá será sede de una
importante Cumbre Iberoamericana, en donde plantearemos temas
sensitivos como la lucha contra los abusos infantiles, la pobreza
y el desempleo. Pero los panameños haremos el ridículo
si descartamos estudiar o controlar el tráfico de armas,
puesto que para que los niños, la juventud y los adultos
vivan en paz, es necesario detener la cadena de muerte que se
motiva por la venta clandestina de los utensilios para el asesinato
vil.
Un niño de sólo 12 años es un ladrón
profesional, incluso ha matado a sangre fría a pobres
personas, por sólo lograr una ganancia monetaria, un ajuste
de cuentas. Ese es un elemento más de la tragedia de la
proliferación armamentista que vemos a diario en el Istmo.
Estamos a tiempo. Pero desde ya, Panamá es hoy un escenario
latente que demuestra signos de que la violencia de las armas
está sobrecogiendo a los ciudadanos en las calles.
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