FAMILIA
Confíe en mí, y lo logrará

Tomado de Sinorama
Colaboración
He pensado durante el día y noche antes de escribir esta columna porque el tema es algo de propia experiencia. Este es un espacio público y nunca me imaginé que podría o tendría que expresar algo personal. He pensado mucho pero he decidido contar mi historia porque puede ser semejante a la de cualquier miembro de su familia o quizás a la suya misma. La ocasión de este ensayo es el tema de portada de este número sobre una terrible enfermedad. Usted ya lo habrá adivinado: yo también soy víctima del cáncer. Quiero contarle mi experiencia y la de docenas de amigos que he encontrado en el camino y que también sufren esta enfermedad. Deseo contarles sobre su coraje y lo que he aprendido de ellos. Es la historia de un tratamiento médico, pero también una filosofía de la vida. Primero, hay que comprender que el cáncer no es siempre es fatal. La tasa de cura, si se descubre a tiempo, es del 90%. Aunque el cáncer alcance el grado tercero, para más de cien tipos la tasa de curación llega al 50%. Por eso, si usted descubre que tiene cáncer, no se asuste y no pierda la esperanza. La causa de mi cáncer quizás estuvo en mi estilo de vida: mucha tensión, horario irregular, trabajo de noche en la oficina, mucha comida rápida y con grasa -por la tensión de los límites de tiempo para la publicación - mucho alcohol y café. Muchos de los amigos que he encontrado con el mismo cáncer de pecho, llevaban una vida parecida, casi todos durmiendo muy poco y asistiendo a multitud de cenas de negocios con mucha bebida y relaciones seudo-sociales. Sé que, de estos factores, la evidencia clínica señala sólo al alcohol y las grasas como relacionados con el cáncer de pecho, pero, a juzgar por nuestras experiencias comunes, este tipo de estilo de vida no ayuda. Mi enfermedad fue diagnosticada tarde. O mejor dicho, como no quería enfrentarme a la realidad, perdí la óptima oportunidad de un tratamiento temprano. Cuando fui a hacerme un diagnóstico formal y un tratamiento, el cáncer estaba ya en el tercer grado. Afortunadamente, como soy optimista, funciono bien ante las presiones, y tengo una fe cristiana profunda, no me asusté. Busqué todo lo que pude sobre opciones de tratamiento, escogí un hospital, me confié a los médicos y seguí el tratamiento a la letra. Además de la cirugía y la quimioterapia cambié mi dieta: menos colesterol, grasas, azúcar y sal; más fibras, frutas y vegetales. También, de todas las comidas que mis amigos me recomendaban, escogí las que yo encontraba más razonables y cómodas para mí. En la dieta, un punto clave es comer los menos alimentos posibles que hayan sido tratados con fertilizantes químicos o pesticidas. Comer más alimentos ricos en fibra y vitaminas. Todos los días beber jugo de fruta de manzana, mucha fructosa y agua destilada. Tuve la suerte de encontrar un médico de medicina china que también conoce bien la medicina occidental, y con mucha paciencia. He aprendido de él, -y lo he intentado cumplir-, que las reglas de una dieta anticancerosa tienen miles de años de tradición médica china, y que incluyen el no comer pollo, y evitar en lo posible la ternera, el pescado sin escamas, mariscos, bambú, taro, berenjenas, puerro y mango.
|
|
|