Usted, amable lector, ¿no se ha percatado que cada día que pasa, en la ciudad capital y alrededores hay más calles, corredores y carreteras de diversos materiales y dimensiones; pero en cambio, proporcionalmente van en aumento los tranques vehiculares? Algo anda mal en la planificación de la vialidad y el transporte.
Este razonamiento se me ocurrió mientras salía de uno de estos atascamientos descomunales en la recién construida vía Centenario. La larga fila se prolongaba desde el Estadio Rommel Fernández hasta más allá, después del puente sobre el Canal, en dirección a Arraiján.
Durante una hora y 15 minutos, no acudió al punto donde se había quedado parado un camión lleno de arena, ningún agente de Tránsito, para proceder a despejar la vía o tomar una acción que pudiera acelerar el flujo de automóviles.
No existe un plan preconcebido para reducir este mal endémico de los tranques, que a más de incomodar a miles y miles de personas que se desplazan desde Capira, Arraiján y La Chorrera diariamente en horas de la mañana, hacia sus puestos de trabajo, afectan el rendimiento laboral en las empresas e instituciones públicas y ocasionan gastos adicionales de gasolina, tiempo y salarios dejados de pagar por tardanzas y ausencias. En esta materia los responsables de minimizar los efectos de tales embotellamientos trabajan con la herramienta del "apagafuego".
Como si fuera poco, la mayoría de los panameños estamos siendo contagiados por la indolencia y falta de sensibilidad hacia el prójimo: el conductor del camión volquete lleno de arena, que se había quedado varado en la bajada frente al Estadio, lo abandonó alegremente sobre la vía y se marchó.
¿Habrá pasado este camión con su sobrecarga por la estación de pesos y dimensiones del MOP?