Silencioso, astuto, sin denunciar su presencia y sin revelar sus intenciones, el reptil entró en la habitación. Su cuerpo suave, frío y sinuoso se enroscó en las patas de la cunita de la niña.
Anita Santiago, la joven madre de Chihuahua, México, preparaba en la cocina el biberón de su pequeña Maira. Ella no sospechaba el espantoso peligro que corría. La cascabel ya estaba sobre la cunita de la pequeña.
Cuando Anita regresó al cuarto, se congeló de terror. Pero se armó de un coraje sobrehumano y tomó de la cola a la serpiente, la hizo girar en el aire varias veces y le golpeó la cabeza contra la pared. Acto seguido, recogió a su hijita y salió corriendo de la habitación.
Parece una historia trivial, especialmente para las regiones donde abundan las serpientes y suelen meterse en las casas. Pero esta historia tiene un significado importante. Por cierto, toda historia de serpientes lleva su sentido y su mensaje.
Donde hay serpientes, hay veneno, y la muerte se acerca con movimientos traicioneros. La serpiente nunca avisa cuándo va a atacar. Prefiere el silencio, la sorpresa, el golpe fulminante.
La serpiente, en la Biblia, es símbolo de Satanás y del pecado. El diablo sabe tentar, seducir, engañar y embaucar. Puede mantener al ser humano bajo su influencia y poder, y puede incitarlo a hacer toda clase de actos horrendos. Pero el diablo no es todopoderoso.
Volviendo a la historia, Anita supo sobreponerse al horror, y se atrevió a tomar de la cola a la serpiente y a romperle la cabeza contra la pared. He aquí una representación de todos los que, con fe y confianza en Dios, derrotan a Satanás. "Resistan al diablo, y él huirá de ustedes", dice la Palabra de Dios (Santiago 4: 7).
Jesucristo, el Hijo de Dios, es Todopoderoso, y puede neutralizar a Satanás y dejarlo impotente. Anita tomó de la cola a la cascabel y la neutralizó. Así también nosotros, en el nombre y el poder de Cristo, podemos neutralizar cualquier intento destructivo del diablo. Pero es posible únicamente en el poder del Señor Jesucristo. No nos demos por vencidos. Cristo quiere ser nuestro defensor. Permitamos que Él sea nuestro Señor, Maestro y Salvador.