EDITORIAL
Arnulfistas
Los convencionales del Partido Arnulfistas tienen hoy en sus manos la decisión de encaminar a ese colectivo por senderos democráticos y evitar que el candidato presidencial que escojan, cargue con el estigma de ser producto de la presión y la amenaza.
Sin importar cuál sea el resultado, el colectivo oficialista debe optar por el saludable método del voto secreto de sus convencionales. Insistir en una votación nominal, sólo contribuye a seleccionar un abanderado oficialista que saldría debilitado desde las entrañas mismas del arnulfismo.
Lo ideal sería que mediante una votación secreta surja el candidato y que los derrotados reconozcan el triunfo del adversario, de lo contrario el principal colectivo del oficialismo sufriría una nueva división.
Hasta ahora ninguno de los tres precandidatos acumula apoyo popular en las diversas encuestas de opinión pública y menos vapor levantará si el elegido resulta de una convención cuestionada.
Aunque faltan 11 meses para los comicios del 2004, la contienda parece polarizarse entre Martín Torrijos y Guillermo Endara. El arnulfismo deberá hacer esfuerzos sobrehumanos para meterse en la pelea.
Aparte de la conveniencia del voto secreto, la abierta y anticipada inclinación de la jefa del Ejecutivo a favor de uno de los precandidatos la expone a una situación política delicada, en caso de que su favorito pierda.
Una derrota del candidato de la mandataria también sería un revés para ésta y su liderazgo a lo interno del colectivo oficialista, estaría en entredicho.
Sin embargo, a pesar que el Partido Arnulfista, está conformado en su mayoría por gente formada en la lucha contra la dictadura, muchos dudan que esté adopte los mecanismos de plena democracia que caracterizan hoy a los partidos modernos, debido a que la figura del caudillo de ayer y de la mandataria de hoy, tiene mucho peso en el colectivo.
PUNTO CRITICO |
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