Panamá vive uno de los momentos más críticos de su historia, no se trata de lo difícil que fue lograr nuestra independencia en 1903, no se trata de la escasez de centros educativos y de salud en los años 40, 50 y 60, tampoco se trata de los difíciles momentos que vivió la nación desde el año 1987 en donde se desata una crisis política, económica y social que divide los cimientos de la sociedad panameña, hasta que finalmente llegó la invasión y cambió la vida política del país.
Hoy los panameños con sacrificio, ayuda de Dios y un poco de suerte no tenemos esos problemas, pero los llamados gobiernos democráticos han traído consigo nuevos problemas, nuevos vicios y nuevos retos.
Los nuevos problemas tienen que ver con las privatizaciones de las empresas públicas (electricidad y teléfono), que han significado pérdida de empleos, incremento de las tarifas, todo ello nos lleva a que nuestra población ha visto disminuido su nivel de vida; si a ello le sumamos el desempleo que es galopante, si le agregamos que aún en algunos ministerios los despidos injustificados continúan, podemos llegar a la conclusión que el panameño no la tiene todas consigo.
Como si lo anterior fuera poco, hay otros problemas: está la pérdida de los valores, la ética y la moral. Hay gente inmisericorde que lo único que sale de su boca es la calumnia como método de subsistir o mantener vigencia, hay gente que no le importa si como dirigente gremial, empresarial o profesional te has tenido que enfrentar a 3 ó 4 gobiernos diferentes, aún arriesgando tu empleo o tu propia vida, de esa gente que se alimenta de las bajas pasiones tenemos que cuidarnos ya que tienen el gran defecto de que todo lo que tocan lo matan. Un país que quiera alcanzar su desarrollo requiere que su gente no pierda la esperanza, porque cuando la esperanza se pierde es como si muriésemos.
En ocasiones he pensado en la posibilidad que las serpientes hablen, para preguntarle qué tipo de sentimiento le corre por el cuerpo cuando de una picada audaz vierte todo su veneno sobre su presa. Así hay seres humanos con nombres de hombres célebres como el héroe de la independencia mexicana José Morelos, que hoy en día tiene su estatua en Panamá Viejo que lleva su nombre, pero alguien que el pueblo de Panamá conoce muy bien por sus actuaciones no le hace mérito a la memoria de un Morelos luchador por su patria y la gente, un constructor de la nación mexicana.
Los panameños tenemos que inyectarnos contra el virus de la envidia, tenemos que darle el valor a la gente que te lo ha demostrado con hechos. Cuando los panameños empecemos a reconocer y a ver las cosas buenas que tiene la gente, la unidad será de tal magnitud y luego entonces encontraremos el sendero del desarrollo económico, cultural y social. |