Para quien haya seguido el tema de los reconocimientos de niños o niñas en nuestro país, debe sorprenderse que 64 mil de ellos fueron reconocidos por sus padres de sangre en los últimos dos años, según se desprende de fuentes de prensa.
Quedan pendiente menos de 9,000 hijos por reconocer. Esto es alentador porque nuestro país era reconocido por su alta tasa de negación de los padres de aceptar su responsabilidad.
Las leyes en Panamá eran absurdas y todo iba en contra de la mujer y del recién nacido. Una de las normas era, por ejemplo, que una mujer se separaba del marido pero no se divorciaba, por las razones que fuera, su vástago entonces no podría llevar el apellido que por nexos biológicos le correspondía.
Esta nueva realidad que permite a los niños llevar el apellido correspondiente es un avance de los esfuerzos de organizaciones no gubernamentales, así como del Ministerio de la Juventud, la Mujer, la Niñez y la Familia y no se le puede regatear méritos a las legisladoras Teresita Yániz de Arias y Gloria Young.
Cuando criticamos nuestro actual sistema democrático, nos olvidamos de evaluar el pasado y los muchos avances que de este método hemos logrado, sobre todo al cumplir con un derecho humano universal, como es el de llevar el apellido de sus progenitores.
Saber quién es nuestro padre o madre es básico y mucho más nuestros apellidos originales, de allí que su desconocimiento puede derivar en personalidades difíciles, propicias para ser absorbidas por el mundo de la delincuencia.
El Estado debe seguir dando las facilidades para que cada día se acorte más la cifra de los que no tienen su nombre correcto, para alcanzar así su nivel respeto en la sociedad. |