Para los pobres del mundo, por supuesto incluyendo a los panameños, se presenta otra gran brecha, la digital, conocimiento importante en el universo de las computadoras y sus técnicas, que limitan marcadamente las posibilidades en el mercado laboral.
Desde hace unos veinte años esta herramienta, que marca una separación del mundo en sus respectivas revoluciones (industriales y tecnológica, entre otras), llegaron a los países latinoamericanos, pero nuestros gobiernos en vez de aprovechar para su expansión, las gravaron negando la oportunidad del conocimiento a los sectores marginados.
La transnacional Intel Corporation está llevando un programa de divulgación en diferentes países, entre los que se cuenta a Panamá, a través de los Intel Clubhouse, que busca inculcar en la gente joven y de barrios populares esta nueva cultura del aprendizaje. El fabricante de estos equipos y programas está establecido en Costa Rica y ha llegado a aportar hasta un 40 por ciento del producto nacional del vecino país.
El Costa Rica, el actual gobierno impulsa los buses tecnológicos que se desplazan por los sectores marginados para incorporar a la juventud a estas nuevas prácticas culturales, donde son herramientas de las empresas. Este programa está en manos de sociólogos y antropólogos.
En nuestro país, con una educación popular tan rígida, se impone una capacitación informal intensiva, como un plan serio de crear verdaderas ofertas, donde el papel empresarial se incorpore, con el objeto de dar la mejor orientación.
Panamá cuenta con una organización política que parte de los corregimientos, que a su vez, cuentan con locales en sus juntas comunales, que podrían ser la base de un gran proyecto nacional para despertar el entusiasmo de la juventud.
La llegada de este esfuerzo de las trasnacionales debe verse como un compromiso y un reto nacional para impulsar con creatividad y flexibilidad estos programas, que siempre mueren por la asfixia que nuestra burocracia gubernamental.