El "low-carb", un régimen basado en consumir pocos carbohidratos y mucha proteína animal, se transformó en el nuevo flautista de Hamelín de las modas en materia de dietas, y en Estados Unidos ya tiene más de 80 millones de adeptos, disputados por la codiciosa industria alimenticia estadounidense.
A pesar del agitado debate sobre los riesgos a la salud que implica este régimen, en particular a los problemas cardíacos o de colesterol generados por el exceso de proteínas de origen animal, millones de estadounidenses vigilan su consumo de carbohidratos, provocando una cascada de nuevos productos en la industria alimenticia, las cadenas de comida rápida y los restaurantes tradicionales.
El 40% de los adultos estadounidenses redujeron su ingesta de carbohidratos.