Jueves 19 de junio de 2003

 

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  OPINION

EDITORIAL
Refugiados

Por tercera ocasión consecutiva, la humanidad se prepara mañana para conmemorar el Día Mundial del Refugiado, destinado por la Asamblea General de la ONU en el 2000 en memoria de los refugiados africanos.

Desde que se agudizó el conflicto colombiano, Panamá ha recibido a desplazados de ese país suramericano. Es gente que escapa de la violencia y deja todo para preservar la vida. Hace poco fueron devueltos a Colombia 109 desplazados, lo que originó denuncias contra el gobierno panameño.

Panamá comparte una amplia frontera de 266 kilómetros con Colombia. Lo único que frena un mayo ingreso de refugiados es la selva del "Tapón del Darién",

También es cierto que en el ingreso de esos desplazados se cuela gente que tiene relaciones con los insurgentes, lo que pone en peligro a gente necesitada que en verdad debe gozar del status de refugiado.

Las guerras, el hambre y la persecución política originan los desplazamientos de gente de un país a otro, por eso es que hoy hay en el mundo más de 50 millones de desarraigados del mundo.

La mayoría de los refugiados son mujeres y chicos, y es por ello que la fecha el 20 de junio está dedicado a la tenacidad y fortaleza de millones de madres y esposas que mantienen a sus familias unidas a pesar de las adversas circunstancias que los rodea.

Hombres y mujeres se encuentran fuera de su país perseguidos por motivos de raza, religión, nacionalidad, ideas políticas y otros temores.

Pero de todas los atropellos, la guerra es uno de los principales ataques por los que la gente abandona sus hogares y las circunstancias de la vida los lleva a adoptar otra patria, sin embargo, la orfandad nacionalista la llevan por siempre, dentro de sí. Los refugiados merecen el reconocimiento y el respeto, el cual va más allá de la tolerancia.

Para un padre o una madre refugiada, cada jornada que transcurre fuera de su país, es un día demasiado largo.

Por ello, es necesario que el panameño se detenga a reflexionar acerca de la soledad y el sentimiento de abandono que muchos refugiados deben estar sintiendo en estos momentos y preguntarse qué podría hacer al respecto.

La solidaridad moral, ética y humana son valores que deberían aflorar en estos momentos cuando millones de personas tienen un futuro incierto a raíz de las guerras que viven en sus países. Cada ciudadano debería tener un deber moral de ayudar a esas personas perseguidas.

Hoy, cuando el mundo es abrazado por la globalización y prosperidad sin precedentes, algunos de sus habitantes también se han desilusionado por el ciclo vicioso de la guerra y el sufrimiento del cual han sido víctimas millones de gente inocente, lo que siembra un halo de desesperanza, y donde el egoísmo, el cinismo y la indiferencia parecieran haber suplantado el sentimiento de responsabilidad con el prójimo y el compromiso de ayudarlos.

PUNTO CRITICO

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