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Un diablo rojo

Por: Carlos Acevedo | Periodista

Eran las seis de la tarde y los pasajeros que viajaban hacia la Terminal de Albrook se sentían agotados después de un largo día de trabajo, ansiosos por llegar a sus hogares a descansar.

De pronto, como poseído por algún raro instinto, el conductor del autobús B-2777 de la Ruta Mano de Piedra - Vía España, aceleró a toda máquina retando a su contendiente que lo invitaba a un "pique". Se había iniciado otra regata de buses, de esas que tantas vidas inocentes han cobrado en nuestras calles y avenidas.

A la altura del semáforo frente a la Universidad de Curundú, se escuchó el frenazo y uno de los buses por poco se pasa la luz roja.

Con el cambio de luz, los pasajeros con el corazón saliéndosele por la boca, escucharon al conductor Fidel De León gritarle a su contendor "vamos a echá una carrerita en la recta que viene pué". Y eso fue todo.

Como quien lleva una jaba llena de pollos, los pasajeros se ladeaban de un lado a otro, mientras el Schumacher criollo presionaba el acelerador a su máxima capacidad.

Con la adrenalina al cien por ciento, una de las pasajeras le gritó al enloquecido conductor, "oye dale suave que no llevas animales", a lo que éste, medio en broma, le respondió "yo no soy animal" y siguió su veloz persecución.

Al final, donde hace esquina la calle, el armatoste sin control se subió a la acera y fue a parar contra una concretera que estaba estacionada en una construcción.

Una vez en tierra, los pasajeros acusaron al forajido del volante, pero antes que llegara la policía, una señora airada tuvo la valentía de soltarle un par de manotazos a ese desquiciado sobre ruedas.

Después arribaron al lugar los agentes de la Policía y del Tránsito y la ambulancia que de inmediato embarcó hacia el hospital a una de las dos mujeres embarazadas que viajaban en el bus.

El conductor del otro bus se dio a la fuga, dejando tras de sí el fruto de su irresponsabilidad. Por esas calles de Dios andan arbitrarios cometiendo sus tropelía.



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