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Miércoles 7 de junio de 2000



Quiso tener cinco mil muchachas

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Hermano Pablo
Colaborador

No fue una sola muchacha. Fueron cinco mil. Cinco mil muchachas que lo obsesionaron, que le robaron el sueño, que lo lanzaron en una carrera loca. Algunas eran rubias; otras eran morenas; otras, trigueñas; otras, pelirrojas. Unas vestían a la moderna; otras a la antigua.

¿Quiénes eran estas cinco mil muchachas? Eran muñecas, de las llamadas "Barbie", tesoro preciado de Glen Offield. Su afición era coleccionar las muñecas "Barbie". Pero Scott Sloggett las codició y las robó, después de lo cual incendió la casa de Glen Offield. Luego, horrorizado de su propio hecho, tomó una sobredosis de drogas y se suicidó.

Hay hombres que pierden la cabeza por una mujer. Hay hombres que la pierden por muchas mujeres. Este hombre perdió la suya por una colección de cinco mil muñecas; una colección valorada en más de medio millón de dólares.

La historia bíblica y secular está llena de amantes célebres. Abraham y Sara, David y Betsabé, Antonio y Cleopatra, Romeo y Julieta, Don Quijote y Dulcinea. Y todas estas parejas son ejemplo del amor humano, de ese amor del hombre y de la mujer que se entregan intensamente al ser amado. Por ese amor dan hasta la vida. Porque al fin de cuentas, el amor es la fuerza más potente del mundo.

Es cierto que el "amor" que Scott Sloggett tenía por las muñecas de Glen Offield no era más que pura codicia, buscando beneficio monetario. Él quería hacerse rico con una colección que era única. Pero si bien Scott sólo buscaba aumentar sus bienes materiales, muchas son las personas que se abandonan a la lujuria buscando el efímero y volátil placer sensual.

Por entregarse al deseo de la carne abandonan esposa, hijos, respeto, conciencia y hasta el alma, no queriendo reconocer que la lascivia es una apetencia que mata. A Scott Sloggett lo abatió su avaricia. Al adúltero lo consume su lujuria.

Grande ha sido el amor de los famosos amantes de la historia. Y todos dejaron una lección a la humanidad. ¿Cuál es esta lección? Que el amor desenfrenado, que se sale de los linderos que Dios pone, es decir, la intimidad fuera del matrimonio, produce caos en el individuo, en la familia y en toda la sociedad.

Pidámosle a Dios sobriedad. Los que vivimos con Cristo en el corazón y obedecemos sus mandamientos, vivimos en paz. Tenemos, además, la absoluta seguridad de vida eterna. Obedecer a Dios es hallar serenidad. Sus leyes no son penosas, y quienes las obedecemos experimentamos perfecta armonía. Cristo desea ser nuestro Salvador.

 

 

 

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