Culminó ayer la XXXVII Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). El ácido intercambio verbal entre la secretaria de Estado, Condoleezza Rice y el canciller venezolano Nicolás Maduro, por el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV) opacó el resto de los temas.
Estados Unidos pidió a la OEA enviar una comisión encabezada por el propio secretario general del organismo José Miguel Insulza, lo cual fue rechazado tajantemente por Venezuela.
Sin embargo, la experiencia panameña demuestra que la mediación de la OEA no tiene mayor efectividad en resolver la crisis en los países miembros.
Recordamos lo sucedido durante la crisis de 1989 tras la anulación de las elecciones panameñas. La OEA envió una delegación encabezada por el ecuatoriano Diego Cordovez, quien se definía como un amigable componedor, pero al final los resultados fueron nulos.
Al final dos días de sesiones de la Asamblea de la OEA surgió la llamada Declaración de Panamá, en la que se plantea la cooperación energética, la diversificación de fuentes y la promoción de combustibles renovables y limpios.
Existe una realidad, el continente y el mundo entero está sometido a la tendencia alcista de los derivados del petróleo que chupan las divisas de los países y generan el encarecimiento del costo de la vida en toda la América.
Ya se hacen esfuerzos para desarrollar proyectos de biocombustibles como el etanol y en el caso particular de Panamá se lograron acuerdos con Brasil para impulsar la fabricación de ese derivado de la caña de azúcar.
Ojalá que los buenos deseos que se contemplan en la Declaración de Panamá no se quede sólo en eso y se traduzcan en acciones concretas.