OPINION

CUARTILLAS
Museo

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Por Milciades Ortiz Jr.
Catedrático

Esa mañana lluviosa en el viejo café de Santa Ana, la mesa bochinchosa discutía sobre la venta de la casa de descanso presidencial de Punta Mala. El Comunistoide, Ñángara, dijo que los Presidentes deben trabajar "veinticuatro horas, todos los días, para mejorar el país y por lo tanto no tienen que descansar en una casona".

Replicó el Comerciante diciendo que "el descanso es necesario para recargar baterías en el ser humano. Por eso es lógico que la Mandataria tenga su sitio de descanso".

Aquí intervino el Desempleado. En voz alta señaló que "es un crimen que se haya gastado dinero del pueblo en un lugar de descanso que parece un palacete, cuando este pueblo se muere de hambre".

Se rió el Cholito Mesero con esta expresión, pero no dijo ni "esta boca es mía".

Intervino el Arnulfista para decir que "se ha hecho un bullerío con la venta de la casa de Punta Mala, la cual debe ser de doña Mireya, porque ella correteó por allí cuando era niña".

Señaló el político que es "lamentable que existiendo tan graves problemas en el país, el pueblo se distraiga con la venta de esa casa de veraneo. Lo que interesa es qué se va a hacer con el dinero de la venta".

Para el Funcionario Público era positivo que se vendiera la casona de Punta Mala, porque así habría "más dinero para invertir en la solución de los problemas del país".

Aquí participó el del PRD y dijo que "ni con mil casas de Punta Mala que se vendan podrá arreglarse el país del desorden en que lo tiene este gobierno".

El Universitario indicó que "ha molestado a más de uno que haya sesenta y cinco arnulfistas dispuestos a dar diez mil dólares, para regalarle la casa a la Presidenta. Ahora no podrán decir que son el partido de los pobres", aclaró.

Para el Asimilado lo que sucede es que "el pueblo duda de todo lo que haga el gobierno. Por eso le ha molestado la venta de la misteriosa casa de Punta Mala. Muchos creen que es un show para que la Mandataria tenga esa casona, donde ya se gastó casi cien mil balboas en reparaciones".

Entonces en la cocina, el Cholito Mesero tuvo una idea brillante. Se le "prendió el bombillo", como dicen en Salsipuedes.

Se acercó a la mesa bochinchosa y muy campante dijo que tenía la solución. Lo miraron como bicho raro y él dijo:

"Es fácil, conviertan Punta Mala en un museo de este gobierno".

Varios de los parroquianos se miraron unos a otros, porque no entendieron las palabras del bellaco mesero. El Cholito aclaró sus palabras:

"En ese museo pongan los finos relojes que Mireya le regaló a los legisladores, el helicóptero hundido a balazos, la Sala Quinta que tumbaron en la Corte, los "duro-dólares", los "mameyes" de un legislador que habló hasta por los codos, lo más de mil millones de la deuda externa que aumentaron, los viajes innecesarios, etc.".

Furioso el Arnulfista replicó: ¡ "También pongan el Segundo Puente del Canal, los caminos de producción, las granjas autosostenibles y otros triunfos de doña Mireya!

 

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