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Padre es el que cría, dicen muchos por ahí. Un papá se encuentra en cualquier esquina, pero una madre no. Estos conceptos, aunque muchas veces pudiera ser cierto, es una gaznatada a aquellos que desde antes que naciera el bebé ofrecieron todo su cariño y protección a la madre durante el embarazo.
Las palabras dulces dirigidas al bebé que crece en el vientre de mamá son asimiladas por la criatura, a pesar que la pared que los divide del mundo real esté conformada por la placenta y la piel de madre.
El hombre por su naturaleza es algo tímido. No demuestra el amor tal como una madre lo hace, pero hay algunos que sí. A este tipo de hombres no les importa el qué dirán. Sólo desean comunicarse con su hija o hijo para que cuando nazca recuerde sus sonidos.
La gran diferencia entre los hombres y las mujeres es que los primeros se pierden 9 meses de la vida de un hijo. No conviven tan estrechamente como lo hace mamá y menos se comunican a través del hilo que los une como lo hacemos con los medios de telecomunicación existente.
A pesar de todo, la vida es tan cruda. Los bebés van creciendo y poco a poco se olvidan del cariño de papá. Se olvidan de aquel hombre que derramó sus lágrimas de dolor cuando la bebita estaba enferma.
El hombre nace, crece, se reproduce y muere. Sí, este es el ciclo de la vida humana, pero es recomendable añadir varios ingredientes más como buscar a Dios, a través de su hijo Jesucristo; devolver de corazón el amor a papá y ser un hijo de bien. Esta es la fórmula, no solo para ser buenos ciudadanos, sino también para crecer al lado de papá. |
