A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
Los parrampanes
Santos Herrera
Nuestros viejos, entusiasmados
porque al fin el invierno se había puesto su vestido verde y en junio
estaban ya de vuelta al pueblo, después de estar casi cinco meses
en las huertas donde pastaba el ganado, celebrando las fiestas con la alegría
de las vacas gordas. Arrancaban con el Corpus Cristi: después San
Juan, San Pedro, y ese otro día remataban con el San Pablo.
Como se sabe, en estas festividades se lucen briosos corceles, se baila
tamborito, se canta mejorana, danzan los diablicos limpios, los diablicos
sucios, el Torito Guapo y por supuesto los siempre festivos y jocosos parrampanes
que con sus máscaras de rostros humanos y de animales y vestidos
estrafalarios, producen las carcajadas de grandes y chicos en el pueblo.
En mi concepto, los parrampanes son el alma de las festividades de
finales de junio. Ellos constituyen la nota más alegre porque su
representación es genuinamente popular que se identifica con los
quehaceres diarios del pueblo. La danza de los parrampanes nos las trajeron
los españoles y según el diccionario de la Real Academia de
la Lengua, su nombre viene de la palabra "parrán" que significa
monigote o payaso de pueblo. Como en el siglo XVII una orden Papal prohibía
a las mujeres participar en las fiestas religiosas-paganas, entonces los
hombres tenían que disfrazarse como éstas para hacer más
divertida la jarana. En los inicios, los parrampanes hablaban y no eran
acompañados por ningún instrumento musical.
Hoy día los parrampanes togados con viejos y desteñidos
sacos, luciendo apretados y largos trajes brillantes, con entaconados zapatos,
relucientes carteras, deslumbrantes collares, grandes argollas, provocativas
medias largas y guapísimas máscaras, bailan con picardía
y garbo por las calles del pueblo, acompañados del acordeón
y el tambor y por una numerosa cantidad de seguidores que con fanatismo
le celebran todas sus ocurrencias y siempre están prestos a brindarles
un trago o atenderle otra necesidad. Con su contagioso entusiasmo llegan
a las residencias o a las cantinas y antes de bailar con su peculiar estilo,
le entregan a los presentes una muñeca, una cartera, un revólver
y otros objetos inverosímiles, que al terminar el bailoteo son recuperados
con una propina.
Los parrampanes con ese sabor a pueblo, critican a la sociedad donde
les corresponde vivir. Dentro de su jocosidad y alegría siempre va
envuelta una sátira social a las autoridades y a ciertos personajes.
Por ello, los vemos vestidos de médicos abogados, políticos,
músicos y de otras profesiones que en esos momentos inciden en el
devenir cotidiano del lugar. Por eso, la gente sencilla del pueblo siempre
acompaña al grupo de parrampanes, que dueño de las calles
durante esos días, bailan al son del "Mogollón",
"Canajagua Azul", "Arroz con Mango" y otros, dando rienda
suelta a su alegría y a su protesta.
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AYER GRAFICO |
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