OPINION

HOJAS SUELTAS
El cura y el puñal

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Por Eduardo Soto
Periodista

José Dimas Cedeño lo dijo desde el altar en la vetusta Catedral, mientras el acribillado monseñor Jorge Altafulla yacía al frente: "los periódicos están sembrando violencia y antivalores en el país". No mencionó a la televisión ni a la radio. Fue concluyente y dogmático: son los periódicos los de la vaina.

Otro diario local, con más ínfulas que prestigio, aseguró que el arzobispo había señalado con nombre y apellido al rotativo Crítica. En la sala de redacción pusimos patas arriba al sermón que teníamos grabado, y a la versión escrita le revolvimos las tuercas, los tornillos, las tildes, los tachones y cada una de las metáforas y los ensortijados alambres idiomáticos. Consultamos con otros periodistas amigos, con la gente en la calle, con algunos curas simpatizantes, y por ningún lado encontramos ni una sola referencia directa contra nuestro periódico, aunque acusamos recibo del golpe de báculo que el prelado asestó, eso sí, de forma general.

Creo conocer el carácter sigiloso y poco conflictivo del arzobispo, por lo que me parece que es incapaz de irse de frente contra uno de los periódicos en particular. No sería táctico ni diplomático, y si una movida no reúne estas dos características, el motor psicológico de nuestro pastor no gira.

Pero sí culpó a los periódicos panameños, a todos, de sembrar la violencia y los antivalores en las calles, y eso es terriblemente injusto. Según se interpreta de sus palabras, somos la gente de los diarios quienes repartimos pistolas a los niños en los barrios bajos y les enseñamos a asesinar; fabricamos y vendemos drogas en las escuelas; propiciamos la prostitución juvenil y el maltrato intrafamiliar; abanicamos el alcoholismo; creamos las tendencias en los curas pederastas; convencimos a una mujer demente para que cortara a su marido en diez pedazos; motivamos a mucha gente desesperada para que se suicide; en los diarios -según Cedeño- publicamos titulares que dicen: "emborráchese y lance su auto en vía contraria".

Y si interpreto como debe ser el contexto en que José Dimas Cedeño dijo eso de "sembradores de violencia", entonces fuimos la gente de los diarios quienes pusimos en la mente afiebrada de Marcos Manjarrez la idea de acuchillar 14 veces a su antiguo rector del seminario, porque hace algunos años lo expulsó. De acuerdo al arzobispo, si entiendo bien, los periodistas de prensa escrita panameños prácticamente sujetábamos al malogrado monseñor Altafulla, mientras su victimario le hundía la navaja una y otra vez.

Y nada de eso es cierto; a monseñor Cedeño le faltó foco esa mañana en la Catedral. Tal vez fue el momento, la profunda amargura por haber perdido a su amigo de tantos años; quizá fue que lo arrastró la corriente antagónica que se ha soltado desde lo alto contra los periodistas en estos últimos meses. O a lo mejor fue que chocó con el objeto fijo del prejuicio, y no se dio cuenta que el mundo está podrido; que éste, su país, supura, hiede, y los periodistas no hacemos otra cosa que tomar la foto y poner el titular.

 

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