EVANGELIO DOMINICAL: JUAN 6, 51-58
La Iglesia celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es la oportunidad para renovar la convicción de la presencia real de Jesús en medio de nosotros, por medio del pan y el vino consagrados de la Eucaristía. En el Evangelio Cristo se presenta como un nuevo maná, mejor que el primero, que sacia de manera definitiva nuestra ansia de Dios y nos hace uno con Él para vivir eternamente.
"Yo Soy el Pan Vivo"
El evangelio de Juan se desarrolla en un diálogo en el que Jesús brinda una enseñanza espiritual, que no es comprendida por sus interlocutores, los cuales se quedan en el significado material de las palabras.
Aquí el Señor nos habla de comer su carne y beber su sangre, los cristianos católicos reconocemos lo que se nos dice desde el misterio de la Eucaristía.
El alimento espiritual que se nos brinda nos abre las puertas de la salvación.
Este pan supera al maná que comieron los israelitas en el desierto, ya que es alimento que conserva para la vida eterna, que es vida que se comunica por Cristo y proviene del Padre.
Todos tenemos la necesidad de alimentarnos de la Eucaristía, pero deberíamos brindar mayor atención a los enfermos y moribundos, que necesitan de este consuelo espiritual que les conforta y les devuelve la esperanza de una vida mejor a la que vivimos en la actualidad, sin sufrimientos, y a todos nos abre las puertas de la eternidad.
La comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo es clara garantía de nuestra unión con toda la comunidad de los creyentes y de nuestra incorporación a Cristo.
Debemos disponernos con corazón transparente para recibirla.