Los dirigentes del futuro gobierno deben analizar con mayor cuidado la selección de los funcionarios que estarán a cargo de las diferentes instituciones. No se trata de una mera distribución de espacios políticos, sino de colocar a las figuras más capacitadas para ejercer los cargos.
La glotonería política de algunos partidos para apoderarse de los principales puestos en la administración pública, debe dar paso a la capacidad. Si la Alianza por el Cambio quiere hacer las cosas diferentes a los llamados gobiernos tradicionales, debe entender claramente eso.
Ricardo Martinelli ganó de manera abrumadora los comicios del 3 de mayo y por ende tiene una mayor responsabilidad con una ciudadanía que lo menos que merece es una gestión eficiente y transparente; hacer lo contrario sería defraudar nuevamente a un pueblo, que poco a poco ha perdido la fe en los políticos.
Así como no se puede asignar a un niño la responsabilidad de estar al mando de una nave espacial, tampoco se puede colocar al frente de las instituciones a figuras que no tienen ni la mínima idea de las responsabilidades que le competen como servidor público.
Claro está que en todo nuevo gobierno debe haber una fase de aprendizaje de parte de los encargados de los altos cargos, sobre todo si éstos no han tenido experiencia en el manejo de la cosas pública, pero ese proceso se reduce, cuando los designados son figuras con una preparación acorde con los temas que maneja la entidad que le fue confiada.
Lo más prudente es que se realice un análisis más profundo del personal que se pondrá al frente de las instituciones, porque al cabo de cinco años, la responsabilidad no será de Cambio Democrático, del Panameñismo, del Molirena o de Unión Patriótica, sino del presidente Martinelli.