Se marcha el genio incomprendido del madridismo. Guti disputó ante el Athletic Club de Bilbao su último partido en el estadio Santiago Bernabéu y a su conclusión dejó imágenes de despedida. Gestos que hablan por sí solos. Que desvelan que no cumplirá el año de contrato que le resta. Desea cambiar de aires cuando ha conseguido su gran reto, conseguir el cariño de su afición.
Esa relación amor-odio ha marcado la carrera de un futbolista tan brillante como irregular. Pocos canteranos en la historia del Real Madrid le superarán en calidad técnica. Dice adiós como capitán tras una vida dedicada al club. Un abrazo con Pellegrini, aplausos a la afición y una salida al césped emocionado, diez minutos después del final del encuentro, para regalar su última camiseta fue el adiós de un genio.
Desde el primer día que no esté el madridismo añorará su privilegiada visión de juego. Sus pases imposibles. Todos, hasta los que le silbaban por sus actos de indisciplina. Al final, se marcha admirado en sus virtudes y en sus defectos. Reconocido por un club en el que ha ganado todo menos la Copa del Rey. Dejará el 14 a Xabi Alonso y ha pedido al club que su heredero sea Cesc o Silva. Lo verá desde un retiro espiritual futbolístico, donde sufrirá a la distancia con el equipo de su corazón.