Viernes 7 de mayo de 1999

 








 

 


FAMILIA
Cocaína, opio, mariguana producción y elaboración

Deborah Willoughby

Perú, el mayor productor mundial de hoja de coca, ofrece un ejemplo de las condiciones que favorecen los cultivos ilegales. El arbusto de coca se da bien en las altas zonas selváticas de las colinas orientales a los pies de los Andes, áreas que se encuentran aisladas de centros de población importantes adonde difícilmente llega la influencia del gobierno. El terreno es escarpado y difícil de atravesar, y de diciembre a marzo tiene fuertes precipitaciones pluviales, lo que dificulta aún más el contacto con el mundo exterior.

Parte del cultivo de la coca en Perú obedece a la costumbre de la población indígena de masticar la hoja con fines ceremoniales o para mitigar la sensación de hambre o frío. Sin embargo, la reciente expansión del cultivo ha sido propiciada casi exclusivamente por el mercado internacional de la cocaína. El cultivador de coca peruano promedio cosecha menos de una hectárea; gran parte de esta tierra es marginal y no soportaría muchas siembras sustitutas. El ingreso potencial derivado del cultivo de la coca rebasa el de la mayor parte de otros cultivos.

Muchas de estas mismas condiciones existen en Bolivia, segundo productor importante de coca. Desde 1980, cuando los precios del estaño se derrumbaron, el ingreso per cápita de Bolivia ha decaído y el desempleo, aumentado. Estas condiciones han contribuido a la expansión del cultivo de la coca. Aproximadamente 200.000 campesinos dependen directamente de la producción de coca para obtener ingresos efectivos, y otros 100.000 participan en la elaboración y transportación de la droga.

Perú y Bolivia no son casos únicos. La ineludible verdad es que en muchos países el ingreso que puede obtenerse de los cultivos ilegales rebasa el de otros o el de los empleos urbanos no calificados. Como resultado, las organizaciones criminales pueden reclutar a muchos miembros de la población rural para la producción y elaboración de drogas ilegales. En países como Costa Rica, Guatemala y Jamaica por ejemplo, los habitantes de las zonas rurales han sido atraídos al cultivo de la cannabis. En la región nororiental de Tailandia la cannabis ha representado para los agricultores locales un producto lucrativo de mercado directo. En la India, Tailandia y Birmania, las condiciones climáticas favorables y la extensa agricultura de subsistencia hacen de la adormidera un atractivo cultivo subsidiario o un cultivo principal de mercado directo. En las remotas selvas de Colombia, los cultivadores de coca suelen ser la única fuente de ingreso para los trabajadores contratados para recolectar las hojas de oca. En las montañas Rif de Marruecos, aproximadamente 15.000 hectáreas estuvieron dedicadas al cultivo de cannabis en 1987 y se estima que fueron cosechadas 10.000 toneladas métricas.

Otros aspectos de la geografía predisponen a una región a los cultivos ilegales. Las áreas remotas y escasamente pobladas son ideales porque el control gubernamental suele ser insustancial, lo que dificulta la detección y destrucción de plantíos. Las avionetas que introducen productos químicos y sacan la cosecha pueden usar pistas de aterrizaje improvisadas, o incluso tramos de carretera, con poco riesgo de ser capturadas. Y en países con insurgencias políticas, las zonas remotas suelen dar cobijo a los guerrilleros, que frecuentemente protegen los cultivos de drogas y sus lugares de elaboración.

El terreno montañoso es ideal, porque la erradicación en esas áreas es sumamente difícil. El opio, por ejemplo, es el producto más fácil de transportar al mercado en las regiones montañosas de Laos, donde no existen carreteras. En muchas de esas zonas, los narcotraficantes entregan las semillas para los cultivos ilegales directamente a los agricultores y después recogen las cosechas, permitiendo así al cultivador tener una producción provechosa sin abandonar jamás la tierra.

Después de la recolección, las cosechas ilegales deben ser transformadas en un producto comerciable. La elaboración requerida varía mucho según la droga y la región y puede cambiar en respuesta a las acciones de ejecución de las leyes.

La cannabis se consume en tres formas: como tabaco, que se produce secando las hojas y las flores de la planta; como hachís, las secreciones resinosas de la planta que han sido recogidas, secadas y comprimidas; o como aceite de hachís, obtenido mediante un proceso de extracción repetida de sustancias de la planta de cannabis, lo que produce un líquido oscuro y viscoso con alto contenido de THC, la sustancia química más sicoactiva de la mariguana. El THC, junto con las demás sustancias químicas de la mariguana, es soluble en grasa y se aloja en la parte grasosa de los glóbulos de la sangre. Una semana después de que se ha fumado un cigarrillo de mariguana aún permanecen en el organismo cantidades importantes de THC.

La mariguana ­cannabis en forma de hoja y flor- requiere poca elaboración. Puede ser secada en cobertizos rudimentarios cerca de los sembradíos, limpiada y empaquetada para su envío. Sin embargo, la mariguana es voluminosa y más difícil de ocultar y transportar que el hachís o el aceite. Se ha calculado que se pueden procesar 700 toneladas de mariguana para obtener 450 kilos de hachís y aceite de hachís. Por lo tanto, recientemente se ha tendido a incrementar la producción de hachís o aceite en los países donde esta producción no es tradicional, como en el Medio Oriente. Por ejemplo, la producción de aceite de hachís en Jamaica aumentó en 1966 como respuesta a la intensificación de actividades del gobierno en materia de erradicación y prohibición de la mariguana. Ese mismo año se identificó y destruyó el primer laboratorio de elaboración de hachís en la región septentrional de Luzon en las Filipinas, donde la pauta anterior había consistido en enviar la mariguana a granel a los centros urbanos para su distribución.

 

 

 

 


 

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