FAMILIA
Cocaína, opio, mariguana producción
y elaboración
Deborah Willoughby
Perú, el mayor productor
mundial de hoja de coca, ofrece un ejemplo de las condiciones que favorecen
los cultivos ilegales. El arbusto de coca se da bien en las altas zonas
selváticas de las colinas orientales a los pies de los Andes, áreas
que se encuentran aisladas de centros de población importantes adonde
difícilmente llega la influencia del gobierno. El terreno es escarpado
y difícil de atravesar, y de diciembre a marzo tiene fuertes precipitaciones
pluviales, lo que dificulta aún más el contacto con el mundo
exterior.
Parte del cultivo de la coca en Perú obedece a la costumbre de
la población indígena de masticar la hoja con fines ceremoniales
o para mitigar la sensación de hambre o frío. Sin embargo,
la reciente expansión del cultivo ha sido propiciada casi exclusivamente
por el mercado internacional de la cocaína. El cultivador de coca
peruano promedio cosecha menos de una hectárea; gran parte de esta
tierra es marginal y no soportaría muchas siembras sustitutas. El
ingreso potencial derivado del cultivo de la coca rebasa el de la mayor
parte de otros cultivos.
Muchas de estas mismas condiciones existen en Bolivia, segundo productor
importante de coca. Desde 1980, cuando los precios del estaño se
derrumbaron, el ingreso per cápita de Bolivia ha decaído y
el desempleo, aumentado. Estas condiciones han contribuido a la expansión
del cultivo de la coca. Aproximadamente 200.000 campesinos dependen directamente
de la producción de coca para obtener ingresos efectivos, y otros
100.000 participan en la elaboración y transportación de la
droga.
Perú y Bolivia no son casos únicos. La ineludible verdad
es que en muchos países el ingreso que puede obtenerse de los cultivos
ilegales rebasa el de otros o el de los empleos urbanos no calificados.
Como resultado, las organizaciones criminales pueden reclutar a muchos miembros
de la población rural para la producción y elaboración
de drogas ilegales. En países como Costa Rica, Guatemala y Jamaica
por ejemplo, los habitantes de las zonas rurales han sido atraídos
al cultivo de la cannabis. En la región nororiental de Tailandia
la cannabis ha representado para los agricultores locales un producto lucrativo
de mercado directo. En la India, Tailandia y Birmania, las condiciones climáticas
favorables y la extensa agricultura de subsistencia hacen de la adormidera
un atractivo cultivo subsidiario o un cultivo principal de mercado directo.
En las remotas selvas de Colombia, los cultivadores de coca suelen ser la
única fuente de ingreso para los trabajadores contratados para recolectar
las hojas de oca. En las montañas Rif de Marruecos, aproximadamente
15.000 hectáreas estuvieron dedicadas al cultivo de cannabis en 1987
y se estima que fueron cosechadas 10.000 toneladas métricas.
Otros aspectos de la geografía predisponen a una región
a los cultivos ilegales. Las áreas remotas y escasamente pobladas
son ideales porque el control gubernamental suele ser insustancial, lo que
dificulta la detección y destrucción de plantíos. Las
avionetas que introducen productos químicos y sacan la cosecha pueden
usar pistas de aterrizaje improvisadas, o incluso tramos de carretera, con
poco riesgo de ser capturadas. Y en países con insurgencias políticas,
las zonas remotas suelen dar cobijo a los guerrilleros, que frecuentemente
protegen los cultivos de drogas y sus lugares de elaboración.
El terreno montañoso es ideal, porque la erradicación en
esas áreas es sumamente difícil. El opio, por ejemplo, es
el producto más fácil de transportar al mercado en las regiones
montañosas de Laos, donde no existen carreteras. En muchas de esas
zonas, los narcotraficantes entregan las semillas para los cultivos ilegales
directamente a los agricultores y después recogen las cosechas, permitiendo
así al cultivador tener una producción provechosa sin abandonar
jamás la tierra.
Después de la recolección, las cosechas ilegales deben
ser transformadas en un producto comerciable. La elaboración requerida
varía mucho según la droga y la región y puede cambiar
en respuesta a las acciones de ejecución de las leyes.
La cannabis se consume en tres formas: como tabaco, que se produce secando
las hojas y las flores de la planta; como hachís, las secreciones
resinosas de la planta que han sido recogidas, secadas y comprimidas; o
como aceite de hachís, obtenido mediante un proceso de extracción
repetida de sustancias de la planta de cannabis, lo que produce un líquido
oscuro y viscoso con alto contenido de THC, la sustancia química
más sicoactiva de la mariguana. El THC, junto con las demás
sustancias químicas de la mariguana, es soluble en grasa y se aloja
en la parte grasosa de los glóbulos de la sangre. Una semana después
de que se ha fumado un cigarrillo de mariguana aún permanecen en
el organismo cantidades importantes de THC.
La mariguana cannabis en forma de hoja y flor- requiere poca elaboración.
Puede ser secada en cobertizos rudimentarios cerca de los sembradíos,
limpiada y empaquetada para su envío. Sin embargo, la mariguana es
voluminosa y más difícil de ocultar y transportar que el hachís
o el aceite. Se ha calculado que se pueden procesar 700 toneladas de mariguana
para obtener 450 kilos de hachís y aceite de hachís. Por lo
tanto, recientemente se ha tendido a incrementar la producción de
hachís o aceite en los países donde esta producción
no es tradicional, como en el Medio Oriente. Por ejemplo, la producción
de aceite de hachís en Jamaica aumentó en 1966 como respuesta
a la intensificación de actividades del gobierno en materia de erradicación
y prohibición de la mariguana. Ese mismo año se identificó
y destruyó el primer laboratorio de elaboración de hachís
en la región septentrional de Luzon en las Filipinas, donde la pauta
anterior había consistido en enviar la mariguana a granel a los centros
urbanos para su distribución.


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Registran aumento en índices de infestación
de Aedes Aegypti |