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Un día de "Locos"
Al ejercer su voto, Martinelli notó que una de las papeletas, la rosada, no llevaba la firma correspondiente, lo que hubiese invalidado su voto de haberlo ejercido. Ni corto ni perezoso, reclamó y le fue dada una nueva papeleta. Un voto más para los locos.

Eliécer Navarro | Crítica en Línea

Ricardo Martinelli sólo había podido dormir 4 horas, cuando el movimiento de los medios de comunicación fuera de su mansión de Altos del Golf le abrió los ojos a las 3:30 am del 3 de mayo de 2009.

Martinelli confesaría horas más tarde que había caído rendido en su cama con una imagen en la mente: la del boxeador inglés Ricky Hatton inconsciente en un ring de Las Vegas, fulminado por una izquierda de Manny Pacquiao; como si ese puñete hubiese dormido a dos en vez de a uno solo.

Ahora, arrancando el día más importante de su vida, esperaba terminarlo propinándole un nocaut al gobernante PRD.

A las 5:00 a.m. no habían salido los primeros rayos del sol, pero su residencia, la número 12 de Altos del Golf, ya estaba sitiada por más de 30 reporteros.

Las primeras señales de movimiento se dieron al llegar los miembros de su avanzada. A las 6:13 am. llega un auto con un hombre vestido de tuxedo. Era el mesero que traía el desayuno para los periodistas.

A las 6:16, el candidato de Cambio Democrático hizo su aparición, salió por la puerta de la lavandería, directo hacia el estacionamiento. Vestía totalmente de negro, excepto por sus zapatillas del pueblo, unas Converse celestes con diseño de jeans. En la parte posterior de su camisa, un gran número 5 con un gancho.

Cuando al fin abre la reja de entrada a sus puertas, todos los medios se abalanzan sobre él, y no lo sueltaron por al menos 30 minutos. "Me siento superbién, porque hoy comienza el verdadero cambio", fueron sus primeras palabras.

Algunos vecinos aprovecharon para acercarse y saludarlo. Uno de ellos se destacó del resto: Alberto Vallarino, quien arribó a las 6:52 am. y luego de un saludo efusivo con Martinelli, atacó la mesa del desayuno.

Martinelli se dio un abrazo con el ex banquero para las cámaras. "Mi compadre", expresó el candidato.

Igual de fraternal fue el abrazo para José Raúl Mulino, quien llegó con dos de sus tres hijos menores, quienes ayer votaron por primera vez.

A las 7:10 a.m. Martinelli subió a un bus coaster junto con Vallarino y su jefe de campaña, Jimmy Papadimitriu rumbo al aeropuerto Marcos A. Gelabert. Ahí lo esperaba su jet privado para trasladarlo hacia la ciudad de David, donde lo esperaba su vicepresidente, Juan Carlos Varela. Llegar a la capital chiricana le tomó media hora.

En las escuelas Santa Cruz y Elisa Chiari, se notó la popularidad de Martinelli. Fue recibido con aplausos y vítores desde que se bajó de su auto 4X4 hasta que regresó a él. Los gritos de "Los Locos Somos Más" no cesaban.

A las 11:31 regresó al aeropuerto Enrique Maleck de David, para tomar su jet de vuelta a Panamá.

Ya en la capital, los "locos" se aglomeraban en la Escuela Belisario Porras de calle 74, donde se situó la mesa 3307, donde estaba asignado para votar. A las 1: 25 Martinelli se bajó del coaster, y se desató el manicomio. Una pelonera de seguidores, activistas, periodistas, miembros de su seguridad y curiosos se movieron a su alrededor a empujones hasta la mesa 3307, a donde entró a las 1: 32 pm.

Lo acompañaban los pesos pesados de la Alianza por el Cambio. Roberto Henríquez, el candidato a alcalde capitalino, Bosco Vallarino, Varela, Vallarino, su esposa Marta de Martinelli y hasta su madre, Gloria Berrocal viuda de Martinelli, quien se mantenía a una distancia prudente para evitar los empujones.

Al ejercer su voto, Martinelli notó que una de las papeletas, la rosada, no llevaba la firma correspondiente, lo que hubiese invalidado su voto de haberlo ejercido. Ni corto ni perezoso, reclamó y le fue dada una nueva papeleta. Un voto más para los locos.

Otros centros de votación siguieron en su agenda de visitas: las escuelas Francisco Beckman, Torrijos-Carter y Ricardo J. Alfaro; antes de que el candidato encaminara sus zapatillas hacia su centro de campaña en el Hotel Marriott. Ahí, esperaría a que las cifras oficiales confirmaran el resultado que tenía proyectado; uno parecido a ese fulminante nocaut que vio en televisión la noche anterior.



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