Más de 5.6 millones de niños están muriendo de hambre al año. Esta cifra prendió el dispositivo y puso en alerta a organismos como UNICEF que ahora buscan las verdaderas armas para combatir este mal.
Aunque es común que las potencias del mundo discutan temas relacionados a sus cuantiosas inversiones en materia bélica, el hombre parece despertar y enjugar sus ojos para ver con claridad el grave problema que están enfrentando los niños de los países en desarrollo y subdesarrollados.
La crisis es tan seria que la UNICEF se ha atrevido a decir que el mundo no está en capacidad de evitar que mueran 5.9 millones de niños por año hasta el 2015, esta es una muestra de que la ONU no logrará cumplir con sus Objetivos del Desarrollo del Milenio.
La cifra es aún más escalofriante al reconocer que uno de cada cuatro niños menores de cinco años, entre 146 millones de niños en el Tercer Mundo pesan menos de lo necesario.
Ante esta grave situación, el mundo debe unirse en un sólo cuerpo, primero para pedir misericordia a Dios y, segundo, para cesar los conflictos bélicos y las ambiciones de poder que no permiten que la riqueza se reparta de forma equitativa.
Panamá, como país que forma parte del este organismo mundial, debe enarbolar la bandera de la esperanza para que por fin se produzcan los efectos que equilibren los beneficios a todos los que nos arropamos bajo el mismo terruño. Esto contribuiría en gran medida a que los pobres tengan acceso a la educación y buenos empleos.
La palabra mágica para que esto sea una realidad es "actuar" con honestidad no con hambre de riqueza, como suelen hacer la mayoría de los líderes corruptos que tienen enterrados los sueños de sus conciudadanos.