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Cuando el corazón aconseja mal

Hermano Pablo | Reverendo

Fue una idea que se le ocurrió de repente, casi al filo del mediodía. Otros la habían puesto en práctica y siempre les había ido bien. ¿Por qué no hacerlo él también? Nunca fallaba, y siempre se sacaba buen dinero.

De ahí que el hombre, joven, bien vestido, con un fino bigote negro, escribiera en una tarjetita blanca: "Esto es un asalto. Estoy armado." Luego le pasó la nota al cajero del banco. El cajero le dio el dinero que tenía, pero a las dos horas lo arrestaron. La tarjetita blanca donde había escrito la nota era su tarjeta de presentación.

He aquí el caso de un asaltante, Ramón Montoya, que pensó que asaltar un banco, empleando la artimaña de muchos otros, le saldría bien. Pero con el nerviosismo del momento no se dio cuenta de que estaba escribiendo al dorso de su propia tarjeta de presentación, en la que aparecían su nombre y sus datos de domicilio y teléfono. Cuando regresó a casa se encontró con dos detectives que lo esperaban.

El corazón malvado maquina muchas triquiñuelas, prepara muchas ocasiones propicias, inventa artimañas sugestivas, y cree que sabe disfrazar sus intenciones para nunca ser atrapado. Pero siempre, tarde o temprano y de una manera u otra, la intención mala se descubre. Y el corazón malvado, en vez de engañar al otro, engaña a su propio dueño.

El apóstol Pablo, que conocía a fondo el corazón humano, nos advirtió que Satanás procura aprovecharse de nosotros, pero que "no ignoramos sus artimañas" (2 Corintios 2: 11). Muchas personas hay ahora en el mundo que están purgando en cárceles, o en camas de hospital, el momento en que alguna vez se dejaron embaucar por estas maquinaciones, y cayeron en el delito.

No toda enfermedad que padecemos es el resultado de haber hecho un mal moral, ni todos los que están en una cárcel son verdaderos criminales; pero la cárcel, la cama de hospital, los basurales de la vida y el mal de la miseria suelen ser el resultado de haber cedido a las tentaciones y de haber violado las leyes eternas de Dios.

¡Cómo necesitamos los seres humanos un guía, un maestro, un consejero, un mentor, para ayudarnos en la caminata de esta vida! Ese Guía existe. Es un Guía que nunca nos abandonará. Es Jesucristo, el Maestro por excelencia. Los que vivimos sometidos a su divina voluntad podemos siempre contar con Él.

Cristo puede ser, si se lo permitimos, el Guía perfecto de nuestra vida. Abrámosle nuestro corazón. Él será nuestra defensa en todo momento de esta vida.



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