Cuando los inspectores de la Autoridad Nacional del Medio Ambiente (ANAM), sorprenden a un humilde pescador tirando el trasmallo en tiempo de veda, automáticamente le confiscan sus artes de pesca, única herramienta de subsistencia para él y su familia, y proceden a quemársela, dejando al pobre hombre sin medios para ganarse la vida.
Pero cuando se trata de empresas poderosas que violan las leyes ambientales, los de la autoridad que no es tal, se hacen de la vista gorda y miran hacia otro lado, escurriéndose el bulto con el Ministerio de Salud que tampoco se atreve a sancionar a los más poderosos, como ocurrió con la marea roja que tiñó la desembocadura del río Matasnillo.
Primero confesaron los de la transnacional su responsabilidad en el hecho, que los emisarios de Salud dar una versión sobre este alevoso atentado contra el ambiente. Es más, mientras los de salud decían que estaban investigando para determinar si la sustancia arrojada tenía algún efecto dañino, ya los ejecutivos de la chispa del sabor decían que la misma era inocua.
Poco faltó para que los voceros de la archimillonaria multinacional, que no ha podido con tanto dinero instalar una planta de tratamiento de sus desechos, dijeran, sí, fuimos nosotros y qué. Caso raro, pero si usted observa, casi nunca los que cometen este tipo de delitos son penados, ya que todo queda en el revuelo inicial. |