MENSAJE
Aun en la basura nace el amor
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Son dos montones de basura.
Dos montones de sufrimiento. Dos montones de fracaso. Dos montones de abandono.
El se llama Juan Bojorque, y tiene sesenta y un años de edad. Ella,
Sandy Estrada, y tiene cincuenta y uno. Ambos viven en los basureros de
una de las capitales del mundo.
Desocupados los dos, marginados los dos, sin recursos los dos, se juntaron
para calentarse una noche de frío, y allí nació el
amor; porque el amor puede nacer en cualquier parte, incluso en un basurero.
Unos meses después, el clérigo Lorenzo Martín los unió
en matrimonio. "El amor es como un lirio -expresó el sacerdote-.
Puede nacer aun en el fango".
Caso interesante. Dos personas, arrojadas a los basureros por los fracasos
de la vida, sin dinero, sin empleo, sin esperanza, se conocen una noche
de intenso frío. Con sólo mirarse a los ojos ya saben que,
para siempre, serán el uno para el otro. Y al fin se casan, delante
de Dios y de la Ley. Seguirán, quizá, sufriendo las desventuras
de la vida, pero ahora como marido y mujer.
El amor no siempre nace en lujosos salones, bailando valses vieneses
y bebiendo champaña francesa. Es interesante que el proverbista Salomón
ya había previsto el hecho de que la pobreza no es obstáculo
para amarse. He aquí sus palabras : "Más vale comer verduras
sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio"
(Proverbios 15 :17).
Juan Bojorque y Sandy Estrada tal vez sigan comiendo las legumbres marchitas
que encuentren en los desperdicios de los restaurantes, pero se aman, y
como se aman, les sabrá como faisán al horno.
El amor es la esencia de la vida. Desgraciadamente el amor bueno e inmutable
ha perdido su lugar en una sociedad donde la lascivia y la lujuria predominan.
Pero no ha perdido, ni puede nunca perder, su refulgencia y su gloria, precisamente
por su carácter íntegro, puro y santo.
Amor así no viene por sí solo. Hay que cultivarlo y hay
que sustentarlo. Pero ese es el amor que une profundamente al hombre y a
la mujer, que dignifica el matrimonio y que honra a Dios. Es también
el amor que sobrelleva la enfermedad, que soporta la pobreza y que sobrevive
toda tempestad.
Viva, mi querido esposo, mi querida esposa, esa clase de amor. Dios quiere
que el amor suyo sea así, y El desea, intensamente, dárselo.
El hará de su matrimonio uno de armonía y permanencia, y transformará
su unión en remanso de paz. Pero usted tiene que desearlo y pedirlo.
Haga eso hoy mismo.


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