Lunes 19 de abril de 1999

 








 

 


MENSAJE
Una rosa y una canción de cuna

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Lo llamaron simplemente "el niño abandonado". No se supo quién era su padre ni quién era su madre. Lo encontraron muerto, a los dos días de nacido, dentro de un tacho de basura en una de las grandes ciudades de nuestra América. La madre había abandonado a la criatura y había desaparecido. Las autoridades lo enterraron en un cementerio común.

Alguien puso una rosa con una tarjeta postal sobre su tumba. La tarjeta decía: "Recibe el amor de Dios, ya que no tuviste el de tu madre". Otra persona dejó un casette grabado con una canción de cuna. Hubo quien dijo: "El niño abandonado" tuvo al menos rosas y canciones de cuna".

Este caso, que ocurrió en una de nuestras capitales, es ya tan común que causa pavor. Cada día se encuentran bebés abandonados en lugares increíbles. Los depósitos de basura son los más escogidos.

¿Cómo es posible que madres, aunque éstas sean adolescentes, abandonen a sus bebés, y hasta en receptáculos de basura? Antes, en los tiempos de los novelones melodramáticos, abandonaban a los hijos en los asilos, o en las iglesias, o en el portal de alguna casa de ricos. Hoy en día el paradero de una criatura no deseada es la basura.

¿Será que hay personas que consideran a la humanidad solamente basura? ¿Será que el valor que algunos le dan a un recién nacido no deseado es menos del que le dan a un perro? ¿Será que un ser humano vale lo mismo que cualquier otra secreción que emana del cuerpo, cuyo destino es la basura?

Hemos llegado a un grado extremo de desatención, de desprecio, de insensibilidad y de pérdida de valores como nunca antes hubiéramos imaginado. El valor del ser humano ha caído a cero.

Sin embargo, hay visos de esperanza. La personas que dejó la rosa con el mensaje escrito: "Dios te ama", y la que dejó el casette con las canciones de cuna, manifiestan sentimientos nobles y humanos. Con personas así, que reaccionan con alma cristiana, que todavía lloran el dolor de las desgracias humanas y que saben distinguir entre los bueno y lo malo, hay esperanzas.

La esperanza consiste en tener temor de Dios, en vivir con fe en nuestro Señor Jesucristo, y en reconocer los valores morales y espirituales de su Evangelio. Así es posible concebir esperanza para una recuperación de la humanidad. Todos podemos sentir esa esperanza. Basta con que hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida. El quiere ser nuestro Dios.

 

 

 

 


 

REFLECTOR
París tendrá su Bodeguita del Medio

 

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