MENSAJE
"El Maldito Corazón"
- Hermano Pablo
Costa Mesa, California
La anciana, de setenta y
cinco años de edad, se sentó tranquilamente a tomar una tazas
de café. Estaba vestida con una bata de noche teñida en sangre.
Después llamó a su hija por teléfono y le dijo lo que
había hecho: se había disparado cuatro tiros en el pecho,
con la intención de suicidarse.
Cuando los policías llegaron a su casa, la anciana se levantó
por sí sola, y con sus propias fuerzas caminó hasta la ambulancia,
"Pueden creer eso? - les preguntó a los policías-. Me
disparé cuatro veces sindar en el maldito corazón".
La anciana dijo que había intentado suicidarse por estar "cansada
de vivir",. Todo esto ocurrió en Momence, Illinois, Estados
Unidos.
"El maldito corazón". He aquí una frase humana,
profundamente humana. Una frase que resume, en su parca sencillez, todo
eld rama humano, desde los días de Caín hasta nuestros días.
El corazón del hombre está maldito.
Está maldito porque el hombre ha permitido que Satanás
llene su corazón. Está maldito porque el hombre ha permitido
que su corazón se convierta en nido de pasiones morbosas. Está
maldito porque el hombre ha llenado su corazón de odio diabólico
en lugar de llenarlo de amor divino.
El corazón humano es capaz de todos los crímenes, de
todas las vilezas y de todas las maldades. Ya lo dice la Biblia: "Nada
hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio" (Jeremías
17:9). Y Jesús agrega los siguiente: "Del corazón salen
los males pensamientos, los homicicios, los adulterios, la inmoralidad sexual,
los robos, los falsos testimonios las calumnias. Estas son las cosas que
contaminan a la persona" (Mateo 15:19,20).
Pero Dios no creo maldito al corazón. Lo creó bendito
y capaz de todos los amores, de todas las buenas acciones, de todas las
grandezas y de todos los sacrificios heroicos. Es el hombre quien ha estropeado
su propio corazón al apartarse de Dios y dejarse arrastrar por Satanás.
Pero siempre es posible poner en manos de Cristo nuestro corazón
maldito, cansado, enfermo y contaminado. Y Cristo, cual alfarero divino,
cual perfecto médico y maestro, puede cambiarlo. Puede quitarle la
maldición del pecado, y dejarlo limpio, sano, recto y puro. Puede
quitarle esa maldición del pecado que lo estropea y darle la santidad
de la salvación que lo enaltece.


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