La vida de un reo está llena de preocupaciones y no por los barrotes o temor a los demás presidiarios que con él conviven, sino por una herida que tiene en el pie el cual puede terminar perdiéndolo.
Agustín Martínez Baloy, de 32 años, un interno de la cárcel La Joya, se quemó el pasado 16 de marzo con un plástico derretido que cayó en el empeine del pie izquierdo. La tarde de ayer, miércoles, confesó que eso lo tiene aterrado.
Según contó el preso, la llaga inicial que se hizo en el pie era leve y no pensó que precisamente esa pequeña herida lo tendría "en tres y dos", angustiado.
"En aquella ocasión fui trasladado al Cuarto de Urgencias del Hospital Santo Tomás, donde los médicos de turno aplicaron un injerto, pero no curaron del todo mi herida", dijo la víctima.
"A ciencia cierta no te sabría decir si fue que los médicos no quieren tomarle la debida atención a la herida, pero hasta el sol de hoy no ha sanado".
Un galeno explicó que lo difícil con las heridas de los presos es que viven en estados deplorables de salubridad y esa situación no ayuda en nada al desempeño de la terapia para sanar las heridas.
La víctima está hospitalizada en el HST.
ENCUENTRO INESPERADO
Baloy fue dejado hospitalizado en primera instancia en la Sala 31 del HST, donde se topó a sus enemigos, quienes querían cobrarle una deuda pendiente.
SIN SALIDA
Una fuente explicó que el mayor problema del reo es tener que procurar que la herida sane cuando hay bacterias y virus en las celdas donde están detenidos, y además, no hay medicinas.